Bailando con el oso
La política consiste en dejarse de fantasías, ajustarse a la realidad, olvidar las emociones y desconfiar de las ideologías
S Edice que la guerra es el fracaso de la política. Cuando esta no funciona, la única salida es liarse a puñetazos o cañonazos. ¿Y qué es la política? La mejor definición, por su claridad y eficacia, es la de Bismark: el arte de lo posible. Es decir, dejarse de fantasías, ajustarse a la realidad, olvidar las emociones, desconfiar de las ideologías, y guiarse por el sentido común. Es como Bismark convirtió Alemania en el estado más fuerte, culto y desarrollado de Europa. Lástima que sus sucesores siguieran el camino opuesto, sobre todo Hitler, que estuvo a punto de convertir Alemania en un país agrícola, según el Plan Morgenthau, tras perder la II Gran Guerra.
Un discípulo suyo, sin embargo, tuvo más suerte, y en circunstancias mucho más difíciles. No era un político, sino un banquero. Su nombre, Juko Kusti Paasiviki, y estuvo al frente de su país, Finlandia, en dos momentos críticos de su historia: en 1939, cuando los rusos atacaron su país, confabulados con los nazis, y en 1944, cuando lo ocuparon con los nazis ya en retirada. Aunque lo más difícil llegó en 1946, cuando tuvo que ir a Moscú a negociar la paz o la rendición.
Se suponía que, como los estados bálticos, quedaría en la zona de influencia soviética. Más cuando Finlandia había pertenecido al Imperio Ruso entre 1809 y 1818. Todo parecía perdido, pero el exbanquero se presentó en el Kremlin sin complejos, dispuesto a defender a su país y a reconocer los derechos de la gran potencia vecina. Y el milagro se produjo, con la neutralización del país, algo reducido en superficie, pero los rusos devolvieron en 1955 la base naval de Porkkala, que habían ocupado en 1944.
Mucho ha cambiado desde entonces, pero la amenaza no es ya de guerra fría, sino caliente, con tropas rusas en su frontera con Ucrania, la movilización de 8.500 soldados de Estados Unidos listos para salir hacia Europa y el suministro de armas inglesas a Ucrania, que dan la impresión de que el choque puede estallar en cualquier momento. Pero que Alemania, que es la pieza crucial europea, insista en una solución negociada me hace suponer que se busca ansiosamente un Paasiviki que evite lo que sería una nueva locura europea. Que nada tiene que ver con esos llamamientos a la paz de nuestra izquierda, callada ante los crímenes comunistas, allí donde consiguen el poder. Algo que sólo podrá lograrse si se garantiza a Rusia que no será agredida de ninguna de las maneras, y si Rusia acepta no agredir a sus vecinos igualmente. La gran incógnita es: ¿hay en estos momentos en Europa un J. K. Paasiviki? No lo veo.