Adiós al chamán que llevó a La Moncloa a Aznar y Rajoy
El nombre de Pedro Arriola quedará siempre unido a las estrategias políticas y electorales de dos expresidentes del Gobierno, José María Aznar y Mariano Rajoy. Se le ha llamado gurú, mago y chamán, pero Arriola era nada más, y nada menos, que un asesor político y analista electoral, un hombre moderado y silencioso, que nunca quiso estar ligado al PP con un cargo orgánico ni aceptó ningún puesto en el Gobierno o en La Moncloa, y que evitó los focos mediáticos, porque lo suyo siempre fue ‘la fontanería’ y ‘la cocina’, en el sentido más noble de las palabras.
Arriola (1948, Sevilla), casado con Celia Villalobos, falleció ayer después de una larga enfermedad. Aznar lamentó la noticia en las redes: «Siento mucho el fallecimiento de Pedro Arriola, gran profesional, colaborador y amigo durante muchos años». También Rajoy expresó su pésame por la muerte de Arriola: «Hombre competente y culto. Me ayudó mucho en mi vida política. Una excelente persona y sobre todo un gran amigo mío. Descanse en Paz».
Arriola estudió Ciencias Económicas y Políticas y empezó a trabajar con Aznar en 1989 como asesor personal en los años de oposición y a partir de 1996 ya en La Moncloa. Más tarde seguiría colaborando con Rajoy, siempre como asesor externo, lo que seguramente fue la clave para que pudiera sobrevivir a los vaivenes internos del partido.
Fue un asesor poco dado a las estridencias o golpes de efecto, que siempre daba dos consejos: el primero, que nunca deben darse las batallas que se van a perder. El segundo, que recordaba a Aznar y Rajoy a todas horas en la oposición, era que un líder que aspira a ser presidente del Gobierno siempre debe comportarse y actuar como tal.
Arriola, que solía llevar una pizarra consigo por su mentalidad esquemática para explicar las estrategias y las encuestas, hablaba siempre bajito, con su profundo acento andaluz, y cuando abría la boca para decir algo de forma inmediata conseguía que se hiciera el silencio a su alrededor. «Todos presentíamos que tenía algo importante que decirnos», comentan los que le conocieron de cerca. Sus consejos se apuntaban como fórmulas de auténtico chamán. En una ocasión, alguien le aconsejó que explicara en la universidad su actividad y asesoramiento a presidentes del Gobierno, pero él replicó que lo haría cuando se jubilara: «Un mago nunca revela sus trucos en activo», comentó.
Tanto a Aznar como a Rajoy, cuando estaban en la oposición, les aconsejó un perfil bajo para llegar a La Moncloa, desde el momento en que fue evidente el deterioro del Gobierno socialista de turno, primero el de González y luego el de Zapatero. Si un Gobierno se está derrumbando, lo más importante, advertía, era no cometer errores propios y esperar a que cayera la fruta madura. Sus consejos fueron de corte moderado, pero también los tuvo osados. Por ejemplo, cuando Rajoy se plantó ante el Rey en 2016 y declinó ser candidato a la Presidencia por falta de apoyos. Arriola, defensor del bipartidismo y, llegado el caso, de un gobierno de concentración, era de la vieja escuela, con una mentalidad de Estado, y no de rentabilidad mediática o marketing.
También tuvo errores. Quizás uno de los mayores fue en la moción de censura de 2018, aunque las culpas podrían repartirse por toda La Moncloa, al pensar que si se aceleraban los plazos, los adversarios no tendrían tiempo de ponerse de acuerdo. Sucedió al revés: no hubo tiempo para ponerlos en desacuerdo y Rajoy cayó.
Arriola no quiso cargos en el Gobierno ni el partido, pero cuando Aznar le pidió estar en unas conversaciones con ETA en 1999, ahí estuvo por lealtad y por la visión de Estado que siempre defendió. Arriola era lo contrario de los gurús mediáticos, él prefería su pizarra y sus ‘trucos’ sin alharacas, que llevaron al PP a dos mayorías absolutas.