Conciliación
El problema de la conciliación del trabajo con el cuidado de los hijos no es nuevo. Cada año, aquellas familias cuyos progenitores trabajan se ven obligados a romperse la cabeza con cálculos continuos, no sólo de horarios, extraescolares, comedores y otros servicios que provocan jornadas interminables para sus hijos, sino también a interminables estimaciones de su alto coste económico. Un coste que las administraciones, que presumen de estar muy preocupadas por la escasa natalidad, no se esfuerzan lo más mínimo en paliar. Aunque como decía no es un problema nuevo, sí que se ha transformado en una verdadera pesadilla debido a la pandemia. Desde que, como ciudadanos responsables, muchos padres hemos decidido vacunarnos, vemos vulnerados nuestros derechos a cuidar a nuestros hijos en caso de que estos se contagien, debido a que ya no somos considerados contacto estrecho. Esto provoca, en primer lugar, que se vean obligados a estar aislados en una habitación, solos en casa, mientras sus padres se van a trabajar. En segundo lugar, también causa una agravante discriminación hacia los padres vacunados en comparación con aquellos que han decidido no hacerlo. En circunstancias normales, la conciliación se logra gracias a la inestimable ayuda de los abuelos, pero evidentemente esta no es una opción en tiempos de pandemia. La necesidad de imponer cierta lógica a las medidas adoptadas por las administraciones hace que muchos padres consideren que la única solución a este problema es contagiarse o mentir.
RUTH GARCÍA-CIAÑO
MADRID