Rigoberta nos representa
El Festival de Benidorm exacerba el cainismo de una España en la que incluso las canciones se politizan
A través de una aquilatada mezcla de voto censitario y universal, antídoto contra los estadillos de opinión que se forman y deforman en internet, espejismo demoscópico donde se confunde la muestra con el universo, el elitismo tuitero con la indiferencia general y el hambre con las ganas de votar, Chanel ha sido elegida a título corporativo representante de RTVE en Eurovisión. Quien mejor representa a España como nación, sin embargo, no es otra que Rigoberta Bandini, por su capacidad para sacar, sin querer o dejándose querer, con la docilidad de quienes toleran la atadura de un cordón sanitario, lo peor de un país que politiza chuletones, funerales, juguetes, canciones y lo que le echen encima. Por pasiva, Bandini ha ridiculizado a un feminismo cuyas desnortadas ‘starlettes’ vindican ahora las tetas a partir del canon de Pajares y Esteso y celebran la natalidad con el mismo desahogo con que proclaman el aborto como derecho humano, anexo al ‘sola y borracha / quiero volver a casa’; ha documentado la fascinación que desde los años ochenta, cuando salía de encender mecheros y ponerle velas a sus cantautores en la Fiesta del PCE, manifiesta la izquierda hacia los cantantes pijos e ‘indies’, valga la redundancia; ha logrado unir por lo conceptual a Delacroix y Rociito, combinación ganadora del sorteo de la Lomloe, pedrea educativa, y ha permitido apreciar en la persona de Màxim Huerta la versatilidad extrapolítica de los gobiernos bonitos de Sánchez, con las Tanxugueiras de confluencia y marea de la mayoría de progreso que rige nuestra España de pandereta diversa. Lo de Eurovisión y Chanel es mucho más serio, pero estrictamente corporativo.