España se queda a las puertas de la gloria europea
∑Suecia, que celebra su quinto título, gana la final con un gol de penalti en el último segundo y priva a la selección de encadenar su tercer trofeo continental
El viaje de España en busca de la gloria durante su periplo por Eslovaquia y Hungría tuvo parada final en Budapest, donde los de Jordi Ribera tenían la ocasión de convertirse en una selección de leyenda. Ante los suecos había en juego mucho más que una medalla de oro, también la posibilidad de pisar el cielo conquistando el título continental por tercera vez consecutiva. Palabras mayores, una barrera prácticamente inaccesible a lo largo de la historia del balonmano. Una hazaña en el torneo más duro de selecciones solo celebrada en una ocasión y, por caprichos del destino, precisamente por Suecia, el rival de los hispanos en la capital húngara. Una ciudad que desde ayer aparece con letras negras en el libro del deporte nacional porque, a orillas del Danubio, España no pudo prolongar su reinado europeo y encadenar su tercer título. Suecia, que levantó su quinto trofeo, sigue siendo especial, la única con tres seguidos. Un mal lanzamiento a falta de 19 segundos y un gol de penalti en el último suspiro sentenciaron el sueño de los españoles.
Choque de trenes en Budapest entre la vencedora de las dos últimas ediciones del Campeonato de Europa y la selección con más títulos en esta competición (desde ayer 5), una Suecia que, tras vivir su época dorada a finales del pasado siglo y el comienzo del XXI, en la que unió tres oros continentales (1998, 2000 y 2002), se presentaba ante España sin haber conseguido levantar un gran trofeo a lo largo de las dos últimas décadas. Ayer puso fin a esa larga sequía en una final equilibrada que bien pudo caer del lado español. El guión soñado se vio alterado porque Cañellas desperdició un ataque a falta de 19 segundos que dio la opción de la victoria a los escandinavos. No la desaprovecharon transformando un penalti en el último instante. Un castigo cruel para los de Jordi Ribera después de un brillante campeonato. Una plata amarga.
En el camino a la final, España y Suecia habían cruzado sus caminos ya en la ronda preliminar, en la que los de Jordi Ribera salieron victoriosos. Como advertía Agustín Casado a ABC en la previa del duelo por el oro, en balonmano no hay dos partidos iguales y en Budapest volvió a demostrarse. Los de Ribera, que en aquella cita en el inicio del Europeo vencieron con holgura (33-28), acabaron doblando ayer la rodilla en una final cardiaca y con suspense hasta el último instante.
Como en aquel partido, las rápidas transiciones nórdicas comenzaron haciendo daño. Rodrigo Corrales fue el que empezó defendiendo la portería del combinado español, al que le tocó remar contra el marcador prácticamente durante todo el primer tiempo porque sus lanzadores se vieron frenados por la intensa defensa nórdica y las acciones de un Palicka que empequeñeció su portería. Pero la hasta ayer campeona continental, fiel a su estilo, no se arrugó y también apretó los dientes atrás para proteger a un Corrales que se exhibió para enfriar el fogoso ímpetu sueco, un rival muy dinámico en su juego. Jim Gottfridsson, MVP del torneo, intentó hundir el muro rojo, pero detrás de él fue poco a poco emergiendo el meta gallego.
Ventaja al descanso
Jorge Maqueda desaprovechó la posibilidad de adelantar por primera vez a la selección en una contra fácil en la que acabó cegándose ante Palicka (6-6), pero España, como a lo largo de todo el campeonato, supo sufrir sin descomponerse en ningún momento a pesar de que los nórdicos fueron los que mandaron hasta el último minuto del primer acto. Fue en
«La derrota no empaña el gran trabajo de la selección a lo largo de todo el campeonato»
«Tiene mucho mérito pelear año tras año por los títulos. Los nuevos se han adaptado muy bien»
«Nos vamos muy orgullosos. Toca aprender de los errores y guardar las cosas buenas»
tonces cuando Figueras, máximo goleador junto a Aleix Gómez antes del descanso (tres cada uno), puso a la selección en órbita por primera vez en la final (11-12). Una renta que los de Jordi Ribera supieron conservar para marcharse al vestuario con una sonrisa y el sueño más que vivo que nunca (12-13).
En una final de nervios, tensión e incertidumbre, Suecia y España, que en el inicio del segundo acto se puso dos por delante (su máxima ventaja durante el partido), entraron en un intercambiando de golpes, pero ni una ni otra fueron capaces de romper el equilibrio. A falta de diez minutos, el empate (22-22) auguraba un desenlace de infarto. Nubarrrones que se ennegrecieron aún más cuando los nórdicos recuperaron su máxima ventaja durante el encuentro marcando un tanto en inferioridad (25-23, min. 53).
Un gol que hizo tanto daño como Palicka con una intervención que no aprovecharon sus compañeros para aumentar la brecha porque España se creció en defensa para llevar el duelo de nuevo hasta el empate. Quedaban dos minutos (26-26).
La selección mordió hasta poner a su rival contra las cuerdas, pero a los de Jordi Ribera se les acabó escapando la posibilidad de convertirse en un equipo de leyenda conquistando su tercer título de Europa. Fue en un lanzamiento de Cañellas a falta de 20 segundos, una acción nefasta que tuvo continuidad en un penalti del propio central con el tiempo casi cumplido. Suecia no perdonó y acabó celebrando el titulo. La plata como metal de consolación para una España que cerró con lágrimas, pero con la cabeza alta, un gran campeonato. Una plata con sabor amargo.