Memorias del subsuelo, al estilo Delacroix
Sea fútil o trascendente, cualquier asunto acabará debatiéndose con pancartas: desde las macrogranjas a las lenguas vehiculares
ES la octava llamada telefónica de la ronda de consultas para escribir un reportaje sobre la llamada ‘guerra cultural’. Y aunque la conversación busca dilucidar cómo y en qué piensan quienes procuran crear un universo sensato frente a las obcecaciones colectivas, sale a relucir, por marciano, el episodio eurovisivo que tan ocupados tiene a todos en estos días, incluidos a los miembros del Congreso de los Diputados, algunos ministros del Gobierno e integrantes de la oposición.
El repaso sobrevenido al Benidorm Fest va del idioma (los 500 millones de hablantes del español) frente a las lenguas vehiculares o el ‘espanglish’, y de ahí al gesto (¿libérrimo, en serio?) de sacarse un pecho a lo Delacroix. A la conversación telefónica la interrumpe un silencio repentino, un cable a tierra del sentido común. «¿Pero tú te estás dando cuenta de lo que estamos hablando?», interpela Mercedes Monmany, voz autorizada para una consulta para intentar desmontar la cultura de la cancelación y su insustancialidad.
Ante la falta de respuesta de quien la escucha, la escritora y crítica literaria se contesta a sí misma: «Neorrancios, Eurovisión, Guerra Cultural…». «¿De qué estamos hablando». «¿Dónde está lo importante?». «¿En cuál libro o ensayo se defiende eso de neorrancio? ¿Quién piensa y desarrolla eso en un aparato crítico?». Al otro lado de la línea, el periodista sostiene boquiabierto el teléfono, como si de pronto se descubriera refutado en el delirio que supone dar por serias las tormentas efímeras.
Los asuntos que corren por debajo de estas alharacas entrañan importancia, pero acaban sepultados e ignorados, despachados en modo gresca y con antorchas. Atrapadas en la discusión tribal, ni la música ni ‘la parole’ nos importan, tampoco la idea de por qué una lengua tiene más derecho que otra para representar a España en un concurso europeo. Ante el cursor que titila en la pantalla en blanco, quien escribe tiene la sensación de que, sea fútil o trascendente, cualquier asunto acabará discutiéndose con pancartas: desde las macrogranjas hasta el idioma.
«La palabra nihilismo –prosigue Monmany– la conceptualizó por primera vez Dostoievski en sus ‘Memorias del subsuelo’. ¿Y así, sin defender una tesis, hablan de la ocurrencia de los neorrancios?». En la Redacción alguien ve un vídeo en el que el filósofo Fernando Castro canta a gritos: «Delacroiiix… Courbeeet». Alude al pecho de ‘La libertad guiando al pueblo’ o la entrepierna en ‘El origen del mundo’, el lienzo de Courbet que suscitó un escándalo hace ya dos siglos. Frente a ambas, el pecho del Benidorm Fest se queda en ‘boutade’. La tradición de la ruptura de Octavio Paz, convertida en el agua tibia de toda la vida. Recalentada, eso sí, como el caldo en la nevera.