Tener empatía
«La empatía es una de las manifestaciones más claras de tener una buena inteligencia emocional. La inteligencia en general es la capacidad para captar la realidad en su complejidad y en sus conexiones; capacidad de síntesis; saber distinguir lo accesorio de lo fundamental…La inteligencia emocional es la facultad para elaborar un pensamiento tridimensional: altura, anchura y profundidad, corazón, cabeza y cultura, mirar por debajo de la realidad y las apariencias»
LA empatía es un sentimiento de identificación con alguien, que nos lleva a compartir su mundo emocional. Es comprender y eso significa ponerse en el lugar del otro. Hay dos conceptos que se parecen, pero que tienen diferencias claras: ‘entender a una persona y comprenderla’. Lo primero significa ir hacia esa persona, acercarse, aproximarse, ir a su encuentro y escuchar sus razones y argumentos. Lo segundo, es ponerse en su piel, abrazarla, rodearla, penetrar en su intimidad y captar lo que está sucediendo en su afectividad. Por eso comprender es aliviar.
En el fondo aparece la concordia, que es una palabra compuesta de con-cordia, estar con el corazón al lado de otra persona, intentar sentir de la misma manera, ya que el corazón es el lugar donde se almacenan los sentimientos, el parque jurásico donde se hospeda todo lo que es y significa la afectividad. Comprender es dialogar, conocer los motivos de esa otra persona, profundizar que es lo que está pasando dentro de ella. Por eso uno de los primeros pasos de la empatía es ‘no juzgar’, esperar a saber los motivos de esa conducta. Es reconocer los sentimientos y captar el porqué de ellos, sabiendo que todos tienen dos caras contrapuestas: alegría-tristeza, paz-ansiedad, amor-desamor, confianza-desconfianza, felicidad-infortunio y así un largo etcétera. Comprender es escuchar, cultivar la atención, preguntar, saber las razones… comprender es amar. Yo formularía el siguiente catálogo de preguntas, que en general lo hacemos los psiquiatras y los psicólogos, pero que puede llevar a cabo una persona con buena capacidad psicológica: ¿Qué sientes, cuáles son tus sentimientos? Intenta describirlos, aunque te cueste y bucea en tu interior. Hazlo con tus palabras, esfuérzate por relatarlos… En el lenguaje coloquial diríamos: ¿qué te pasa? Inteligencia es el arte de preguntar, de bucear, de perforar la superficie del ser humano y bajar a los sótanos de su personalidad y ver qué está pasando allí.
¿Desde cuándo te pasa esto, intentar poner una fecha aproximada sobre cuándo surge esta colección de sentimientos que vives dentro de ti?
¿A qué lo atribuyes? ¿Cuáles han sido los factores predisponentes y desencadenantes? Es importante tomar buena nota de esto, pues ahí asoman causas (que son físicas) y motivos (que son psicológicos). Este interrogatorio es muy fructífero. Es rastrear qué ha sucedido y como esa persona lo ha vivenciado.
Evitar prejuicios, es decir, no dar una opinión anticipada, ser prudente, esperar a escuchar lo que ha sucedido. Los psiquiatras nos hemos convertido casi en los médicos de cabecera y asistimos con mucha frecuencia a momentos psicológicos muy duros o enfrentamientos entre dos personas en donde hay que escuchar las dos partes, las versiones que cada uno ofrece de ese conflicto. Porque todo tiene un fondo subjetivo. ¿Cómo se puede hacer eso, cuáles serían las principales claves para hacer una labor que pueda ser calificada de ‘empática’? Sugiero varias estrategias, en las que la figura del psiquiatra puede ser muy decisiva:
Primera estrategia: ayudarle a esa persona a tener una mejor ‘justeza de juicio’: valorar lo hechos de forma templada, serena, utilizar los instrumentos de la razón de forma equilibrada y tasar y evaluar de forma sana lo sucedido.
Segunda estrategia: ayudar a esa persona a no convertir un problema real en algo mucho más grande. En una palabra, desdramatizar, relativizar, quitarle importancia…
Tercera estrategia: ayudarle a tener perspectiva, visión larga y panorámica de los hechos, mirar por elevación… animarle a que ponga las luces largas en su vida personal. Ser capaz de otear en el horizonte y descubrir que detrás de esa experiencia negativa y dolorosa, se puede encontrar un ángulo positivo que nos enseña unas lecciones enmascaradas, sumergidas en un segmento de los que ocurrió. He visto derrotas que al cabo de un tiempo relativamente breve se han convertido en victorias. Desde esa atalaya descubrimos un paisaje nuevo, que estaba sumergido… evitar el cortoplacismo, la mirada corta, inmediata, haciendo otra lectura de lo sucedido, ya que los fracasos nos ayudan a curarnos de la arrogancia, fortalecen la voluntad y nos invitan a volver a empezar…
Cuarta estrategia: no darse uno por vencido, pelear, luchar, hacerse uno fuerte en la adversidad. Fortaleza y voluntad. La primera es firmeza, brío, hacerse uno robusto en las adversidades; la segunda, es la capacidad para ponerse unos objetivos concretos y dejarse uno la piel en el campo por conseguirlos…si tenemos voluntad, somos enanos a hombros de los gigantes.
Quinta estrategia: La empatía es una de las manifestaciones más claras de tener una buena ‘inteligencia emocional’. La inteligencia en general es la capacidad para captar la realidad en su complejidad y en sus conexiones; capacidad de síntesis; saber distinguir lo accesorio de lo fundamental… La inteligencia emocional es la facultad para elaborar un pensamiento tridimensional: altura, anchura y profundidad, corazón, cabeza y cultura, mirar por debajo de la realidad y las apariencias… Me atrevería a decirlo de una forma más rotunda y atrevida: los que pierden, ganan. Reinventarnos de nuevo, volver a empezar. Lo decía Seneca: «Soporta y resiste con fortaleza y llegarás a la meta».
La empatía es el secreto escondido en el archivo de los sentimientos. Si lo extraes, ves de otro modo. Saber amar es saber mirar.