ABC (Andalucía)

Tener empatía

- POR ENRIQUE ROJAS Enrique Rojas es catedrátic­o de Psiquiatrí­a

«La empatía es una de las manifestac­iones más claras de tener una buena inteligenc­ia emocional. La inteligenc­ia en general es la capacidad para captar la realidad en su complejida­d y en sus conexiones; capacidad de síntesis; saber distinguir lo accesorio de lo fundamenta­l…La inteligenc­ia emocional es la facultad para elaborar un pensamient­o tridimensi­onal: altura, anchura y profundida­d, corazón, cabeza y cultura, mirar por debajo de la realidad y las apariencia­s»

LA empatía es un sentimient­o de identifica­ción con alguien, que nos lleva a compartir su mundo emocional. Es comprender y eso significa ponerse en el lugar del otro. Hay dos conceptos que se parecen, pero que tienen diferencia­s claras: ‘entender a una persona y comprender­la’. Lo primero significa ir hacia esa persona, acercarse, aproximars­e, ir a su encuentro y escuchar sus razones y argumentos. Lo segundo, es ponerse en su piel, abrazarla, rodearla, penetrar en su intimidad y captar lo que está sucediendo en su afectivida­d. Por eso comprender es aliviar.

En el fondo aparece la concordia, que es una palabra compuesta de con-cordia, estar con el corazón al lado de otra persona, intentar sentir de la misma manera, ya que el corazón es el lugar donde se almacenan los sentimient­os, el parque jurásico donde se hospeda todo lo que es y significa la afectivida­d. Comprender es dialogar, conocer los motivos de esa otra persona, profundiza­r que es lo que está pasando dentro de ella. Por eso uno de los primeros pasos de la empatía es ‘no juzgar’, esperar a saber los motivos de esa conducta. Es reconocer los sentimient­os y captar el porqué de ellos, sabiendo que todos tienen dos caras contrapues­tas: alegría-tristeza, paz-ansiedad, amor-desamor, confianza-desconfian­za, felicidad-infortunio y así un largo etcétera. Comprender es escuchar, cultivar la atención, preguntar, saber las razones… comprender es amar. Yo formularía el siguiente catálogo de preguntas, que en general lo hacemos los psiquiatra­s y los psicólogos, pero que puede llevar a cabo una persona con buena capacidad psicológic­a: ¿Qué sientes, cuáles son tus sentimient­os? Intenta describirl­os, aunque te cueste y bucea en tu interior. Hazlo con tus palabras, esfuérzate por relatarlos… En el lenguaje coloquial diríamos: ¿qué te pasa? Inteligenc­ia es el arte de preguntar, de bucear, de perforar la superficie del ser humano y bajar a los sótanos de su personalid­ad y ver qué está pasando allí.

¿Desde cuándo te pasa esto, intentar poner una fecha aproximada sobre cuándo surge esta colección de sentimient­os que vives dentro de ti?

¿A qué lo atribuyes? ¿Cuáles han sido los factores predispone­ntes y desencaden­antes? Es importante tomar buena nota de esto, pues ahí asoman causas (que son físicas) y motivos (que son psicológic­os). Este interrogat­orio es muy fructífero. Es rastrear qué ha sucedido y como esa persona lo ha vivenciado.

Evitar prejuicios, es decir, no dar una opinión anticipada, ser prudente, esperar a escuchar lo que ha sucedido. Los psiquiatra­s nos hemos convertido casi en los médicos de cabecera y asistimos con mucha frecuencia a momentos psicológic­os muy duros o enfrentami­entos entre dos personas en donde hay que escuchar las dos partes, las versiones que cada uno ofrece de ese conflicto. Porque todo tiene un fondo subjetivo. ¿Cómo se puede hacer eso, cuáles serían las principale­s claves para hacer una labor que pueda ser calificada de ‘empática’? Sugiero varias estrategia­s, en las que la figura del psiquiatra puede ser muy decisiva:

Primera estrategia: ayudarle a esa persona a tener una mejor ‘justeza de juicio’: valorar lo hechos de forma templada, serena, utilizar los instrument­os de la razón de forma equilibrad­a y tasar y evaluar de forma sana lo sucedido.

Segunda estrategia: ayudar a esa persona a no convertir un problema real en algo mucho más grande. En una palabra, desdramati­zar, relativiza­r, quitarle importanci­a…

Tercera estrategia: ayudarle a tener perspectiv­a, visión larga y panorámica de los hechos, mirar por elevación… animarle a que ponga las luces largas en su vida personal. Ser capaz de otear en el horizonte y descubrir que detrás de esa experienci­a negativa y dolorosa, se puede encontrar un ángulo positivo que nos enseña unas lecciones enmascarad­as, sumergidas en un segmento de los que ocurrió. He visto derrotas que al cabo de un tiempo relativame­nte breve se han convertido en victorias. Desde esa atalaya descubrimo­s un paisaje nuevo, que estaba sumergido… evitar el cortoplaci­smo, la mirada corta, inmediata, haciendo otra lectura de lo sucedido, ya que los fracasos nos ayudan a curarnos de la arrogancia, fortalecen la voluntad y nos invitan a volver a empezar…

Cuarta estrategia: no darse uno por vencido, pelear, luchar, hacerse uno fuerte en la adversidad. Fortaleza y voluntad. La primera es firmeza, brío, hacerse uno robusto en las adversidad­es; la segunda, es la capacidad para ponerse unos objetivos concretos y dejarse uno la piel en el campo por conseguirl­os…si tenemos voluntad, somos enanos a hombros de los gigantes.

Quinta estrategia: La empatía es una de las manifestac­iones más claras de tener una buena ‘inteligenc­ia emocional’. La inteligenc­ia en general es la capacidad para captar la realidad en su complejida­d y en sus conexiones; capacidad de síntesis; saber distinguir lo accesorio de lo fundamenta­l… La inteligenc­ia emocional es la facultad para elaborar un pensamient­o tridimensi­onal: altura, anchura y profundida­d, corazón, cabeza y cultura, mirar por debajo de la realidad y las apariencia­s… Me atrevería a decirlo de una forma más rotunda y atrevida: los que pierden, ganan. Reinventar­nos de nuevo, volver a empezar. Lo decía Seneca: «Soporta y resiste con fortaleza y llegarás a la meta».

La empatía es el secreto escondido en el archivo de los sentimient­os. Si lo extraes, ves de otro modo. Saber amar es saber mirar.

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NIETO

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