ABC (Andalucía)

Los pies de barro de Yolanda

Un año después de recibir el testigo sigue siendo una personalid­ad sin partido. Pero sería un error darla por amortizada

- ANA I. SÁNCHEZ

MIDIÓ mal sus fuerzas. El tirón mediático tiene esa capacidad de nublar el juicio y en el caso de Yolanda Díaz le llevó a creerse capaz de convertir en triunfo lo que era un claro fracaso. La reforma laboral aprobada lo incumple todo: lo prometido por PSOE y Unidas Podemos a sus votantes, lo que ambos firmaron en su acuerdo de legislatur­a y lo que habían convenido con sus socios parlamenta­rios. Desde esta perspectiv­a, ERC y EH Bildu tienen toda la razón al negarse a tragar con una reforma que, en esencia, supone preservar la que hizo el PP.

Los cambios mejoran el marco laboral actual pero los independen­tistas no son partidos de Estado a los que les importen estas cuestiones (ni una confluenci­a de Podemos aunque a veces lo parezcan). El que Yolanda Díaz creyera posible colocarles con una sonrisa una reforma laboral que podría haber firmado José María Aznar revela que su estrategia es, como mínimo, poco realista. Y esto es lo que pone negro sobre blanco la votación de ayer: que el proyecto de la vicepresid­enta segunda tiene los pies de barro. Casi un año después de recibir el testigo, Yolanda Díaz sigue sin ser nada más que una personalid­ad sin partido. Su plan de organizar una gran plataforma que aglutine a todas las formacione­s de izquierdas alternativ­as al PSOE es, realmente, su única opción pero implica construir un liderazgo propio sobre una decena de cabecillas con intereses distintos. En el fondo es un contrasent­ido tan grande como aspirar a aprobar una reforma laboral conservado­ra y que los independen­tistas te saquen bajo palio. Las dificultad­es que está teniendo para crear una estructura de mandos intermedio­s es la prueba de que su proyecto rezuma más incertidum­bres que certezas. A nadie se le escapa tampoco que si bien Díaz tiene mucho que ver en la recuperaci­ón de Unidas Podemos en las encuestas, no todo se debe a ella. La salida de Pablo Iglesias fue un elemento decisivo para cortar la sangría que sufrían los morados.

Es evidente que tras el revés de ayer, Díaz va a tener más complicado imponer su caudillaje en un espacio lleno de competenci­as. Pero sería un error darla por amortizada. No hay que olvidar que ella nunca ha pretendido pescar en el caladero de la izquierda radical sino en el del PSOE, con un proyecto que aspira a ser laborista. Tampoco conviene olvidar que ni Ione Belarra ni Irene Montero están ni siquiera en disposició­n de empatar con ella en cuanto a posicionam­iento entre los votantes progresist­as o reconocimi­ento entre el resto de formacione­s de izquierdas.

Díaz pensará ahora en su siguiente ‘round’ frente a Pedro Sánchez que, probableme­nte, será una nueva subida del salario mínimo. Pero de aquí en adelante tendrá que medir bien sus fuerzas si no quiere desplomars­e por un mal paso de sus pies de barro.

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