No me sean tan cursis
Es insufrible retorcer el lenguaje para, por puro empalago, hacer digerible el ricino de la verdad
LAS novias que tuve, muy pocas, me dejaron ellas siempre. Todas me dijeron «corto», seguido de un «no te aguanto», «ya no me haces reír» o «he conocido a alguien». Las más crueles remataban hundiéndome literalmente en el fango: «Podemos seguir siendo amigos». Ahora, sin pelo y con tripa, constato que fui afortunado en desamores. Podrían haberme mandado al guano trasladándome ‘el cese temporal de la convivencia’ o la ‘interrupción del noviazgo’. Vamos, perpetrando un Urdangarin. Así al menos habría tenido el magro consuelo de que el equivocado era yo por liarme con una cursi de pedantería mayestática.
Comparto con ustedes este traumático episodio que marcó mi adolescencia porque constato la insufrible vigencia del retorcimiento del lenguaje para, de puro empalago, hacer más digerible el ricino de la verdad. Esto, que era patrimonio de los políticos y sus cansinas resiliencias y gobernanzas, ha terminado por contaminar hasta las alcobas. Ahora los matrimonios ni se separan ni se divorcian, cesan. Hay que ser absurdos. Malo cuando buscamos meandros para no llamar a las cosas por su nombre. A este paso hago como el independentismo y me refugio en un metaverso para vivir la vida que querría tener, una donde cada cosa tiene su nombre y cada acto su descripción, sin filigranas, al neto, que dice un amigo. Como si la vida real sólo se pudiera vivir en el metaverso porque la de carne y hueso es un juego de espejos donde es más importante lo que se dice que lo que se hace. Que se lo digan al presidente, empeñando en contarnos un cuento financiero que no se traga ningún organismo internacional o creyéndose a un golpe de telefonazo de evitar la III Guerra Mundial, cuando en realidad parece Gila redivivo pero sin gracia.
Creo que Pedro Sánchez debería contratar a mis ex, son pocas y saldrá económico. Al principio su sinceridad duele pero pasado un tiempo se agradece. Perderme de vista fue seguro de lo mejor que les pasó en la vida, una decisión acertada, la misma que recomiendo a los futuros electores, no se dejen enganchar por la verborrea sanchista, merecemos que lo suyo con nosotros sea un cese perpetuo de convivencia.