La reforma laboral se vuelve contra Yolanda Díaz y retrata su soledad
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La reforma laboral, la ley estrella de Yolanda Díaz, iba a ser la propulsora de su proyecto político, pero convalidándose con el sí de Ciudadanos y el error de un diputado del PP se tornó en martirio. Primero, porque del fracaso de negociar con los socios la vicepresidenta queda debilitada; segundo, porque la «geometría variable» que intentó Pedro Sánchez estalló a última hora con el no de UPN. Tercero, porque el apoyo de Cs niega el semblante de izquierdas que Díaz quería dar a la contrarreforma. Y cuarto, porque quedó retratada la soledad de la ministra que no tiene cargo en Podemos y es un verso suelto en Moncloa.
Díaz ha logrado aprobar su reforma laboral gracias a un fallo del PP, algo que no la refuerza. Pero sí que constata que no hay alternativa que no sea ‘Frankenstein’ y este giro la salva de salir más erosionada. De ayer no existe fotografía de Díaz y las ministras Ione Belarra e Irene Montero que escenifique unidad, a pesar de la importancia del Pleno. No la acompañaron a la entrada —sí lo hizo el presidente— ni a la salida. Fue Aina Vidal, de los comunes, afines a Díaz, quien defendió la reforma y no el portavoz del grupo Pablo Echenique. Belarra y Montero estuvieron los primeros 25 minutos del discurso de Díaz y luego se fueron a un acto sobre la ley de familias donde anunciaron en paralelo un permiso para cuidados. Volvieron luego al hemiciclo, apostillan en el partido. La tensión entre Díaz y la Ejecutiva de Podemos volvió a asomar. Justo cuando empezó a trascender esta idea de falta de unidad en el Grupo Confederal hubo un esfuerzo de los cuadros medios de Podemos por apagar las informaciones sobre lo vivido en el Hemiciclo, delante de toda la Cámara Baja y fotógrafos. Incluso fuentes de ERC se dieron cuenta de la dinámica: «Hubo silencios elocuentes», dijeron en el patio en referencia a Pablo Iglesias, que últimamente opina de todo y no tuiteó hasta casi las 22 horas. En Podemos insisten en que se respalda a Díaz, pero también se admiten «grises»; no se niega la incomodidad que existe con una reforma laboral que «no se puede tocar» y «está apoyada por la CEOE». No hacen sangre, pero trasladan responsabilidades a Trabajo. Y los equipos equilibran.
«Si Podemos ha parecido desvinculado tiene mucho más que ver con que Yolanda ha decidido ser la que negocie todo», señalaban en Podemos cuando se les preguntaba por su ambivalencia. Por su parte, los socios habituales del Gobierno justificaron su no en que la ley es «insuficiente» y «un proyecto personal»; al otro lado, la oposición, que es dar pasos para atrás. «Dime quién te vota y te diré quién eres», se regodeaba el portavoz de ERC, Gabriel Rufián.
Mal tono y una no-reunión
Fuentes de ERC relatan una negociación cuasi imposible con el Gobierno, en la que no había «garantías» de que se respetase cualquier cambio y en la que el PSOE pronto empezó a «buscarse la vida» ante la evidencia de que los apoyos del bloque de legislatura, que incluye a Bildu, iban a fallar. La situación de tensión llegó a momentos duros como cuando el pasado viernes ERC decidió que el propio Rufián asumiría las negociaciones en lugar de Jordi Salvador, diputado republicano y dirigente de UGT en Cataluña. Los independentistas deslizan que fue por un trato poco cuidadoso con el diputado. También según fuentes de ERC, el miércoles, víspera del debate, Rufián informó al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, de un encuentro al que ambos habían sido convocados en la sede del Ministerio de Trabajo y que finalmente no se celebró.
Desde el equipo de Yolanda Díaz llevan días trasladando que ERC ni siquiera contestó a sus propuestas, algo que los independentistas niegan: «Es mentira». Oskar Matute (Bildu) también criticó el bloqueo y que «los elementos troncales de la reforma del PP no se tocaron». Pero los socios insisten en que «no se acaba el mundo». Y que «si hoy se rompe el bloque de investidura, mañana tocará rehacerlo», dijo Matute.