ABC (Andalucía)

Viaje al centro de la nada

- GUILLERMO GARABITO

El centro lo rescataron los políticos que no tenían nada nuevo que contar. Un concepto que funcionó hace cinco años en una España que se iba hacia los extremos, pero que no consiguier­on llenar de contenido. ¡El centro! El centro fue un pisito por amueblar, una promoción entera de viviendas que nunca se llegó a edificar dejando a no sé cuántas familias con las ganas. El centro, ay. Un eslogan con suerte que Ciudadanos mantuvo durante varios años hasta que Inés Arrimadas lo vendió de saldo en el Rastro. «Usado, pero no mucho».

En la campaña de hace casi tres años todos hablaban del centro en Castilla y León. Había más centro que páramo. Hablaban del centro, dormían con el centro, se vestían de centro como quien se quita una corbata o se tiñe las canas. El centro tuvo el don de la trilocació­n: el centro estuvo a la vez en Ciudadanos, en el PP y en el PSOE.

El centro fue la chica bonita con la que todos quisieron ligar y qué mal ha envejecido la niña. El centro es la Lola de Café Quijano, que «pasó buscando noches de gloria, como alma en pena… Le fue muy mal, de mano en mano de boca en boca de cama en cama».

El centro consistió en no estar de acuerdo con lo que había, pero tampoco pensar nada alternativ­o. Solo el centro, en abstracto, como religión.

En estas elecciones nadie se acuerda del centro, ni siquiera Igea, centrado centrista del centro central. Ya estamos en el centro por lo visto. Dos años y varios meses después ya no hace falta ir al centro porque ya estamos en él. Una campaña en el centro exactament­e, en el centro de la nada, que es donde nos quedaremos una vez pase esta intriga electoral que sirve de entretenim­iento en Moncloa, solar con vistas que cae entre Génova y en Ferraz.

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