ABC (Andalucía)

«Mi padre es un terrorista ruso que lucha al otro lado del frente»

Mariana Palchenko, una fotógrafa ucraniana, relata el drama que viven muchas familias rotas por la guerra Su marido, un arquitecto ucraniano, casi pierde la vida por una granada rusa: «Volvería a luchar por mi país»

- G. PONTE / M. NIETO

En el bajo de un edificio de nueve plantas que recuerda a las construcci­ones de la Unión Soviética, en la ciudad de Kramatorsk, muy cerca de la llamada ‘línea de contacto’, vive la familia ucraniana Palchenko. Son Olaxey, un arquitecto de 37 años, Mariana, una fotógrafa especializ­ada en bodas y retratos, y su hija pequeña, de 4 años, Eva. Pronto serán una familia de cuatro porque la joven lleva nueve meses de embarazo y se prepara para dar a luz a un niño en pocos días. En Ucrania es de mala suerte revelar el nombre del bebé antes de nacer; por esa razón el nombre será una gran sorpresa para su familia y amigos.

Los Palchenko intentan llevar una vida normal. Están en proceso de reconstrui­r su vida tras los traumas y las cicatrices que les dejó la guerra. Hace ocho años, cuando estalló el conflicto armado –impulsado y financiado con armas y dinero por Rusia– y los separatist­as prorrusos autoprocla­maron las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk en la región del Donbass, Olaxey se enfundó el uniforme de camuflaje y se fue al frente a luchar. Nunca olvidará la guerra. Una granada rusa, que le arrojaron durante los enfrentami­entos, deformó su nariz y lo recuerda cada vez que se mira al espejo. «Fui a luchar por mi país y casi muero. Pero lo volvería a hacer una y mil veces más», asegura mientras busca con su mirada la aceptación de su mujer a sus palabras.

Emigrar a Occidente

«Nosotros nacimos en Ucrania y estamos muy orgullosos de eso», interrumpe Mariana que explica que ella nació en Donetsk, ahora una ciudad tomada. «Mi abuela tiene 19 hijos y la situación los ha forzado a emigrar a Alemania,

Estados Unidos y Polonia. Pero yo no me quiero ir porque aquí me siento libre», dice emocionada. Y añade: «Quiero que mis hijos se críen aquí y amen este país como yo».

Mariana arrastra una historia familiar que es un auténtico calvario. Su padre es uno de los combatient­es separatist­as prorrusos al otro lado del frente. Ella ha adquirido el lenguaje de la televisión ucraniana, los políticos y las institucio­nes extranjera­s, que los llaman «terrorista­s» de la Zona de Operación Antiterror­ista (ATO, en sus siglas en inglés), para referirse a los territorio­s ocupados que representa­n un 7,2% del país.

«Mi padre es un terrorista que lucha al otro lado del frente», contesta. Enseguida sus incontrola­bles lágrimas caen sobre su mejilla, y continua «hace 8 años que no le veo. Antes de tener a Eva, tuve otro bebé que nació muerto y ¿sabes lo que hizo mi padre?: me llamó y me dijo que se alegraba porque ese niño iba a ser ucraniano».

La última vez que Mariana vio a su padre fue en 2015 cuando le informó de que se iba de Donetsk. «Yo le amo, es mi padre a pesar de lo que me dijo, me importa lo que pueda ocurrirle», dice, pero reconoce que sus palabras le causaron un gran dolor porque «era mi hijo».

Muchas familias quedaron divididas tras la guerra en 2014. Ahora mismo no es posible el paso de civiles de un lado al otro, como sí lo es, por ejemplo, entre la frontera rusa y ucraniana. Esta gran tragedia la viven a diario las familias que se encuentran más cercanas al frente. Muchas han perdido el contacto con sus seres queridos que permanecen del lado ocupado.

Mariana mira con dulzura a Eva que juega con unos ponis de juguetes en el sofá. «Yo espero que esta situación se acabe pronto por el bien de mi hija», dice.

En cuanto al resentimie­nto que pudo haber surgido en la población al

Mariana tuvo un bebé que nació muerto. «Mi padre prorruso se alegró porque, dijo, ‘ese niño iba a ser ucraniano’»

este de Ucrania contra Rusia y su gente, Olaxey responde que sigue el ejemplo de su abuelo que fue un soldado soviético que luchó en la Segunda Guerra mundial contra los nazis. «Si él no odia a los alemanes porque voy yo a odiar a los rusos; él me enseñó con su ejemplo», asegura el hombre que está muy ilusionado por la llegada de un varón a la casa.

«Yo le quiero a pesar de todo porque es mi padre, y me preocupa lo que pueda ocurrirle en Donetsk», la ciudad separatist­a

Convivir con la guerra

Mariana y Olaxey se conocieron cuando eran jóvenes pero se enamoraron después de la guerra. Rápidament­e se

unieron en matrimonio y decidieron tener hijos. Pertenecen a la casi inexistent­e clase media en Ucrania y se apoyan en la familia paterna para cuidar a su pequeña hija durante el día mientras ellos trabajan.

Olaxey, que trabaja como arquitecto, cuenta que para él fue fácil encontrar trabajo después de la guerra porque esta ciudad «fue destruida por las bombas mientras estuvo bajo ocupación rusa durante tres meses. Kramatorsk tuvo que reconstrui­rse y y estoy feliz de ayudar en ese proceso».

Los habitantes de esta localidad se han habituado tanto el conflicto que no están informados de lo que hacen o negocian los políticos. Preguntado por la desescalad­a propuesta por Washington a Moscú o el envío de tropas norteameri­canas a los países de Europa del Este, Olaxey prefiere no responder. «No veo noticias, pero espero que sea suficiente para que Putin pare ahora mismo sus amenazas», asegura el hombre que no ve la hora en que termine la guerra. «Que Dios nos protega», sentencia.

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// M. NIETO Los Palchenko en la ciudad ucraniana de Kramatorsk

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