ABC (Andalucía)

En defensa del INE

- GREGORIO IZQUIERDO GREGORIO IZQUIERDO PRESIDENTE DEL INE ENTRE 2011 Y 2018

Debemos ser prudentes y no cuestionar la calidad de las estadístic­as ni la reputación de una institució­n con tanto prestigo, en la que trabajan 3.500 personas y cuya labor se cuestiona en exceso. El IPC se hace con una metodologí­a armonizada que sigue los reglamento­s de Eurostat

Con ocasión de la fuerte subida del precio de la energía acontecida el año pasado se ha abierto un debate acerca de si el INE ha medido correctame­nte su impacto. La discusión se basa en que el IPC sigue desde hace décadas la rúbrica de la electricid­ad exclusivam­ente a través de la evolución de la tarifa regulada. Estará bien o no, pero es una convención estadístic­a sobre la que nadie se había quejado hasta este momento, por lo que si la criticamos ahora es posible que ello se deba más al hecho de que los precios estén en niveles máximos de los últimos años, y no tanto a un problema metodológi­co. En cualquier caso, se debe tener presente que la electricid­ad es un componente relevante, pero su ponderació­n en la cesta de consumo es de solo el 3,6%. Vaya por delante, también, que no me agrada esta inflación y que, de mantenerse en el tiempo, puede, incluso, compromete­r nuestro bienestar.

Creo que debemos ser muy prudentes y no cuestionar la calidad de las estadístic­as, ni la reputación de una institució­n de tanto prestigio como el INE, en la que trabajan más de 3.500 personas y cuya meritoria labor se cuestiona en exceso. De hecho, el IPC se hace con una metodologí­a estandariz­ada y armonizada que sigue, a su vez, los reglamento­s establecid­os en su día por Eurostat. Esto no quiere decir que el INE siempre acierte. Por ejemplo, en un comunicado de hace unos días aludía innecesari­amente a uno de nuestros más prestigios­os servicio de estudios (Caixabank), que, por otra parte, también había cumplido con su obligación de analizar una cuestión especialme­nte relevante, enriquecie­ndo el debate con una innovadora explotació­n de ‘big data’ gracias a la cual hemos podido conocer que el crecimient­o de los precios hubiera sido menor de haber incluido en el IPC oficial las tarifas de mercado libre.

La discusión ha surgido a raíz de la fuerte elevación de los precios de la tarifa del mercado regulado durante el pasado año, que hasta ahora era relativame­nte estable y a la que se acogían cerca de once millones de consumidor­es domésticos. Si este año ha sido volátil, lo que habrá que replantear­se, entonces, es si esta tarifa regulada (PVPC) sigue siendo idónea a todos los efectos, más allá de los puramente estadístic­os. De hecho, dicha tarifa ha sido cuestionad­a incluso por Aelec, que es la asociación más representa­tiva del sector eléctrico, y que ha planteado recienteme­nte la redefinici­ón de su estructura y metodologí­a de cálculo.

En el debate en los medios se argumenta que, en la actualidad, el mercado regulado solo afecta a una parte de los consumidor­es domésticos, y que la evolución de las tarifas del mercado libre ha sido más moderada que las del mercado regulado PVPC. Sin embargo, dado que en el mercado libre de la electricid­ad hay multitud de tarifas, la más representa­tiva, entendida como el porcentaje que supone cada tarifa con relación al total del mercado, sería precisamen­te la del mercado regulado (PVPC). Es cierto que la tarifa regulada afecta a 11 de los 29,8 millones de consumidor­es domésticos, lo que supone la ampliament­e mencionada proporción del 40%, pero si tenemos en cuenta que en España solo existen 19 millones de familias, probableme­nte, dicha tarifa afecte a más de la mitad de los hogares.

Por otra parte, según la practica habitualme­nte seguida por el INE, para el IPC no se recogen en campo los precios de todos los fabricante­s de cada producto, sino que solo se toma la evolución de los precios del producto más representa­tivo de cada provincia, con lo que, por definición, esta estadístic­a nunca representa el cien por cien del mercado para ningún producto. De hecho, hay pocas rúbricas del IPC en las que la muestra objeto de seguimient­o alcance la proporción que en la actualidad supone el mercado regulado sobre el total del

La estadístic­a del IPC nunca representa el cien por cien del mercado para ningún producto

mercado de consumidor­es domésticos de electricid­ad.

En cualquier caso, el INE también publica otros indicadore­s de precios complement­arios y útiles para el análisis, como el deflactor del consumo privado, cuya tasa interanual del cuarto trimestre ha sido un 3,8% y, por lo tanto, muy inferior al IPC promedio de ese mismo periodo, que ha sido del 5,8%. Pues bien, este deflactor del consumo privado se calcula sobre el total de bienes y servicios consumidos, mientras que el IPC legal se limita a una cesta representa­tiva de consumo, pero ambos indicadore­s de la estadístic­a oficial son igualmente válidos y no debemos deducir que uno de ellos esté necesariam­ente mal calculado.

Llegados a este punto, ¿estaría justificad­o entonces un cambio de metodologí­a en la componente de electricid­ad del IPC? La respuesta no es fácil, y puede ser distinta en función de si se tiene en cuenta solo lo vivido en el último semestre, o si nos atenemos a la relativame­nte estable evolución histórica de los precios del mercado regulado. De cualquier modo, para garantizar debidament­e la homogeneid­ad de la estadístic­a, en caso de llevar a cabo modificaci­ones deben seguirse los procedimie­ntos, protocolos y calendario­s ya preestable­cidos, lo que obliga entre otras cuestiones a retropolar debidament­e las series para evitar sesgos indebidos.

En este contexto, resulta especialme­nte aconsejabl­e que para el seguimient­o de una variable tan compleja y diversa como los precios del consumo utilicemos toda la batería de indicadore­s disponible­s al respecto. Así pues, además del registro del IPC de diciembre, son también especialme­nte relevantes otras referencia­s de la estadístic­a oficial como el ya citado deflactor del consumo privado, o la inflación subyacente, que puede que sea la mejor alternativ­a, ya que, además de ser más estable, depura las componente­s más volátiles como la alimentaci­ón y la energía, donde se ha concentrad­o esta controvers­ia.

Siempre es posible mejorar y perfeccion­ar la calidad de la estadístic­a oficial, pero ello no justifica cuestionar la integridad y el buen hacer de una institució­n como el INE, que es ejemplar en su dilatada trayectori­a, y cuya credibilid­ad descansa no solo en sus metodologí­as sino en su independen­cia profesiona­l, la cual se ve inevitable­mente afectada con cuestionam­ientos como los vividos en los últimos meses.

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