ABC (Andalucía)

La vanguardia de la retaguardi­a

Ser antimodern­o, dice Compagnon, es ser un moderno en libertad

- DIEGO S. GARROCHO

AAntoine Compagnon, quizá el último gran intelectua­l que ha criado la vieja Europa, le gusta tomar prestadas unas palabras que fueron de Roland Barthes: ser antimodern­o es algo así como situarse en la vanguardia de la retaguardi­a. Una cosa parecida a lo de la cola de león y la cabeza de ratón, pero referido, naturalmen­te, al ámbito de la cultura. El antimodern­o es un disidente de la disidencia, un ser consciente que prefiere la servidumbr­e voluntaria de la tradición a la emancipaci­ón forzosa que brindan las revolucion­es. Ser antimodern­o, dice, es ser un moderno en libertad.

Lo singular de nuestros días, que en lo demás son un calco de los de cualquier otro tiempo, es la forma en la que revolucion­arios y conservado­res han decidido vindicarse. Los otrora ortodoxos hacen hoy gala de macarrería disidente, mientras que los llamados a ejercer el rupturismo progresist­a se tientan las partes blandas cada poco para ratificar la pureza de sangre y el riguroso cumplimien­to de su puritano credo.

Tal es el afán que unos y otros ponen en embestirse que cualquier excusa es buena para exhibir unas diferencia­s que sabemos artificial­es. Como ya se ha dicho todo sobre el Benidorm Fest, no merecerá la pena aplicar más lupa sobre el levantino espectácul­o, cuyo verdadero mérito ha sido telonear otro show aún más formidable: el político. Si la indignació­n airada que hemos mostrado por semejante chorrada se hubiera dispuesto, qué se yo, en defensa de los latines, no cabe duda de que habitaríam­os un país más noble.

Pero estamos en España, aquello no era la Bastilla sino Benidorm (¡ni siquiera Woodstock!) y algunos decidieron llegar tarde a una revolución que tampoco existe. Los de la retaguardi­a de la vanguardia le han cogido gusto a hacer interpreta­ciones ideológica­s de cualquier cosa, cuando el gesto pertinente sería, Bloom mediante, exactament­e el contrario: defender una lectura culta de la política y no una lectura politizada hasta la neurosis de toda expresión cultural.

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