ABC (Andalucía)

Un paseante encuentra el cuerpo de Esther López en una parcela de campo y sin enterrar

El cadáver aparece en una zona que ya había sido rastreada a cuatro kilómetros de Traspinedo (Valladolid)

- CLARA RODRÍGUEZ MIGUÉLEZ

El teléfono sonó en torno a las 10:30 horas. Era un paseante que alertaba de que había visto «algo extraño» mientras caminaba por una zona campestre junto a la carretera, a unos cuatro kilómetros de Traspinedo (Valladolid). Unas horas más tarde, el coronel Miguel Recio, en compañía de la delegada del Gobierno en Castilla y León, Virginia Barcones, declaraba que al acudir encontraro­n «el cadáver de una mujer compatible en grado muy alto con el de Esther». Si bien se había avisado ya a la familia por la mañana, a primera hora de la tarde se confirmó que era ella, Esther López de la Rosa, la mujer de 35 años que había desapareci­do en los alrededore­s veinticuat­ro días antes.

La zona del hallazgo se situó a menos de un kilómetro del cruce del restaurant­e La Maña, lugar en el que se vio a Esther por última vez. Del lado de la N-122 contrario al del río Duero y próximo al polígono industrial Tuduero, la Guardia Civil indicó que el cuerpo –que se levantó por la tarde para practicarl­e la autopsia– estaba «en superficie», no enterrado, en una parcela de campo y de matorrales bajos cerca de la que discurre una carretera. Aunque matizaron que «no se sabía aún» si el cadáver permaneció allí durante días o se colocó en el lugar a posteriori, la zona estaba dentro del radio rastreado con anteriorid­ad. «Es poco probable que no se hubiese encontrado», reconocier­on, ante preguntas de los periodista­s sobre si había pasado desapercib­ido o alguien podría haber dejado el cuerpo sin vida en el suelo durante las últimas horas.

Sin detenidos

Con las informacio­nes aún restringid­as por el secreto de sumario, Barcones renovó su confianza en las autoridade­s y medios desplegado­s para pedir que se «deje trabajar» a la Guardia Civil y asegurar que el caso «se va a esclarecer». No obstante, en este momento no hay sospechoso­s detenidos, pues el único arrestado, R. G. ‘El Manitas’ –que siempre se autodeclar­ó inocente ante su abogada– fue puesto en libertad provisiona­l el 28 de enero, después de una detención de 72 horas que la juez prorrogó otras 72. Su casa (en un área residencia­l al otro margen de la N-122) y su coche, un BMW, fueron registrado­s durante días, mientras drones, perros entrenados y más de un centenar de agentes revisaban pozos, río y pinar, pero hasta la fecha no se han presentado indicios concluyent­es en su contra.

Tampoco han trascendid­o acusacione­s sobre el otro investigad­o conocido, C. L. G. y también vecino de Traspinedo, según recogió Ep. Se trata de uno de los amigos que vio a Esther la noche de su desaparici­ón, que pasó de testigo a investigad­o el 26 de enero.

Mientras, ayer en Traspinedo reinaba el abatimient­o. Este fin de semana se ha diluido esa cálida acogida que se suele volcar en ofrecer al ‘forastero’ pinchos de lechazo. La noticia corrió rápidament­e y, aunque las calles estaban aún vacías y consternad­as, el sábado antes de comer ya había una ofrenda floral de rosas blancas y moradas a la puerta del ayuntamien­to. Los carteles con el rostro de la fallecida colgaban por doquier, y aún rezan ‘Esther, tu sonrisa es nuestra esperanza’.

El alcalde de la localidad, Javier Fernández, alabó la entereza del padre de la fallecida, Miguel López, cara conocida de la familia a lo largo de más de tres semanas. También pidió calma, y

Los vecinos del municipio se muestran abatidos ante su muerte: «Al menos es un alivio que encuentren el cuerpo y poderla llorar»

que nadie se tome la justicia por su mano. Se decretará luto en todo el pueblo: «Es muy triste que después de tantos días de búsqueda la hayan encontrado así», valoró el edil.

«Somos todos como una gran familia», cuentan también brevemente unos jóvenes con pocas ganas de hablar, a medio camino entre el respeto y la tristeza. Hace menos de una semana, mil personas se concentrar­on en apoyo a la familia, un número que casi equivale al de censados en el municipio. «Al menos es un alivio encontrar el cuerpo y poderla llorar», confiesa uno de ellos, en la puerta del James Dean. Ese fue el bar en el que Esther estuvo viendo un partido de fútbol con varios amigos, horas antes de desaparece­r.

Dentro, el ambiente está sin ganas de nada, desconfiad­o. Faltan muchas respuestas que solo la investigac­ión aclarará. «Yo solo puedo decir que estuvo aquí hasta las once, venía muchos días», contesta el gerente, con evidente disgusto. En la barra, más gente con medios silencios. ‘¿La conocistei­s, participas­teis en las batidas?’ Asienten. No es el momento de hablar. Falta saber cómo murió, y sobre todo, un duelo generaliza­do que tardará en pasar.

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// F. BLANCO Una unidad criminalís­tica de la Guardia Civil revisa la zona en la que ha aparecido el cadáver de Esther

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