El acusado que confesó «en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo»

Manuel Oteros no se deja un papel sin leer ni toma decisiones a la ligera, a despecho de la falta de medios de la Justicia o la lentitud propiciada por unas leyes que sepultan al juez bajo montañas de recursos. A veces lo que se persigue es precisamente que el «juez no se entere de nada». Es lo que le ocurrió con un demandante que pidió una anotación preventiva para paralizar una promoción de viviendas y «extorsionar» al dueño, que así no podría obtener financiación del banco. «La demanda de unos 200 folios estaba redactada basándose en documentos que se remontaban nada menos que a la desamortización de Mendizábal de 1836. Te ponías a leer y cuando llevabas tres folios no te acordabas de lo que habías leído antes. Como los monólogos del actor cómico Antonio Ozores, era imposible entenderla», satiriza. Era justamente lo que pretendía. Oteros se percató de «la maniobra dilatoria» y no coló. Pero el episodio más cómico que ha vivido dentro de la sala de vistas tiene como protagonista a un cazador septuagenario de El Andévalo onubense citado en el Juzgado de Instrucción de Valverde del Camino por infringir la ley de caza. «Fue tan hilarante que nos vimos negros para acabar el juicio porque no podíamos parar de reír, todos los presentes, salvo el fiscal». En un momento dado el juez le pregunta al acusado si se confesaba autor del delito. Éste era duro de oído y no se enteraba. Lo inquirió de nuevo. «En vista de que no oía, haciendo un gesto, el juez le pidió que se acercara al estrado y cuando estaba a menos de dos metros volvió a preguntarle ‘si se confiesa autor..’. No había acabado la frase cuando el hombre se hincó de rodillas y persignándose proclamó: ‘Yo me confieso en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo’». La sala estalló en carcajadas. «El hombre, aterrorizado cuando nos vio allí a todos vestidos de negro, debió de pensar que era la Santa Inquisición».