Macron y Putin se reúnen durante horas en el Kremlin para hablar de la crisis
Ambos mandatarios tenían prevista una comparecencia conjunta
Podría no haber desescalada por ahora en el este de Ucrania y las tropas rusas seguir desplegadas junto a la frontera. Pero el presidente francés, Emmanuel Macron, esperaba ayer de su homólogo ruso, Vladímir Putin, una respuesta positiva al respecto durante una maratoniana reunión en el Kremlin, sentados a una mesa de más de cinco metros para evitar contagios.
El encuentro empezó de forma cordial, los dos dirigentes se tutearon y recordaron que la presente visita a Rusia de Macron se produce el día cuando se cumplen 30 años de la firma de un gran acuerdo bilateral tras la desintegración de la Unión Soviética. París reconoció entonces que Rusia es la sucesora de la URSS. Pero ayer un resultado tangible sobre la crisis actual se demoraba.
Nada más comenzar las conversaciones, lo primero que le dijo Macron a Putin es que confía en «el inicio de una desescalada» en Ucrania, en «empezar a construir una respuesta útil de manera colectiva para Rusia y para todo el resto de Europa» que aleje el peligro de una guerra y establezca «elementos de confianza, de estabilidad, de previsibilidad para todo el mundo».
A juicio del presidente galo, «no habrá seguridad ni estabilidad si los europeos no pueden defenderse, pero tampoco si no son capaces de encontrar una solución común con todos sus vecinos, incluidos los rusos. Mi prioridad ahora es la cuestión de Ucrania y el diálogo con Rusia sobre la desescalada y la búsqueda de condiciones políticas que permitan superar la crisis». «Debemos avanzar sobre la base de los Acuerdos de Minsk y retomar el difícil diálogo que requiere progresos a las dos partes. De esta manera podremos evitar el aumento de las tensiones en Europa», recalcó Macron.
Antes del comienzo de la reunión, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, resaltó la «importancia» de esta entrevista, pero advirtió que es poco probable que se produzcan avances. «La situación es demasiado compleja para esperar que haya avances decisivos tras un único encuentro», aseguró Peskov. Según sus palabras, una cuestión fundamental, vinculada a la crisis ucraniana, son las «garantías de seguridad» que Moscú exige a Occidente como condición previa a una eventual normalización de las relaciones. Y consisten en un repliegue de la OTAN en el este de Europa y en el veto total a que Ucrania pueda algún día formar parte de la Alianza.
De este problema ya discutieron Putin y Macron en la conversación telefónica que mantuvieron el pasado 28 de enero y el primero le dijo que «las respuestas de Estados Unidos y de la OTAN no tuvieron en cuenta las preocupaciones fundamentales de Rusia». «La cuestión clave fue ignorada, es decir, cómo Estados Unidos y sus aliados prevén poner en marcha el principio de la OSCE de que nadie debe reforzar su seguridad en detrimento de la seguridad de otros países», según declaró entonces la Presidencia rusa.
Los esfuerzos diplomáticos desplegados por numerosos responsables europeos y estadounidenses y la presión que sobre el Kremlin ejercen pretende, no sólo alejar el peligro de una intervención militar rusa en Ucrania, sino también abrir una vía que permita hallar una solución definitiva al problema de la integridad territorial de Ucrania, que quedó vulnerada en 2014 con la anexión de Crimea y la ayuda de Moscú a las repúblicas rebeldes de Donetsk y Lugansk (Donbass).
Esa vía no es sino los acuerdos de Minsk de febrero de 2015, que se alcanzaron en el seno del llamado Grupo o Cuarteto de Normandía (Alemania, Francia, Rusia y Ucrania), formato creado en junio de 2014 con motivo del 70 aniversario del desembarco aliado en la Segunda Guerra Mundial.
Los acuerdos de Minsk
De todo esto hablaron también por teléfono Macron y Putin el 28 de enero y éste le insistió a su colega francés que «el paquete de medidas de Minsk establecen que hay que mantener un diálogo directo con Donetsk y Lugansk y legalizar un estatus autonómico especial para Donbass», aspectos en donde las autoridades ucranianas ven precisamente la trampa, ya que un diálogo sin acotar las competencias que deben ser transferidas condena al fracaso cualquier esfuerzo de acuerdo. Los intentos de satisfacer a los separatistas pueden eternizarse sin conseguir resultado alguno.
Días antes, el 26 de enero, mantuvieron un encuentro en París los emisarios de los cuatro países del Grupo de Normandía, Jens Plötner (Alemania), Emmanuel Bonne (Francia), Dmitri Kózak (Rusia) y Andriy Yermak
(Ucrania) con la intención de allanar el camino para un compromiso por parte de Moscú que permita la aplicación de los acuerdos de Minsk de una manera más aceptable para Kiev. Es decir, sin quedar completamente en manos de los caprichos de los separatistas de Donetsk y Lugansk.
Al día siguiente, según una nota de prensa difundida por el servicio de prensa del Kremlin, Putin se refirió a la reunión de emisarios de París señalando que «confirmó un estado de ánimo propicio para que Rusia y Francia sigan trabajando en este formato».
Pero Macron quiere ir más allá y repetir un encuentro con esos mismos representantes en Berlín en fecha próxima. El objetivo es convocar más adelante una cumbre de líderes del Cuarteto de Normandía como la celebrada en París en diciembre de 2019, pero más fructífera porque en aquella sólo se acordó un intercambio de prisioneros parcial. En ella podría participar también EE.UU. y el principal problema a tratar sería la interpretación de los acuerdos de Minsk. El representante ruso en las negociaciones de París del miércoles, Kózak, reconoció que «hay distintas interpretaciones».