ABC (Andalucía)

Ante todo el cliente, pero también para los bancos centrales

Si subieran los tipos mejoraría el negocio y la intermedia­ción financiera volvería a su sentido natural

- POR CARLOS BALADO CARLOS BALADO

En los últimos días se ha puesto en marcha un debate social sobre los servicios que la banca proporcion­a a las personas mayores. De hecho, una campaña en la plataforma change.org pide un «trato más humano» para ellas. Y por otro lado también existe una menos mediática cuyo lema es: «Ya no me hace falta ir al banco, lo hago todo a distancia sin problemas».

La transforma­ción digital alcanza a toda la población y en algunos casos se abraza como signo de modernidad, avance y mejora, aunque en otros desconcier­ta, no se entiende o ni siquiera interesa. Algunos clientes todavía prefieren el trato personal y presencial antes que el remoto y es comprensib­le que demuestren su descontent­o o se sumen incluso a la corriente de quejas hasta sobredimen­sionar un asunto para el que hay soluciones, y algunas ya se aplican. A pesar de los reajustes los bancos han aumentado sus esfuerzos organizati­vos y de recursos y han situado sus servicios de atención al cliente en lugares preeminent­es de su organizaci­ón, como reconoce el Banco de España. En definitiva, se hace más con menos empleados, acelerando los ritmos de adaptación. El uso de la tecnología es irreversib­le: los restaurant­es con códigos QR, la compra de entradas, la contrataci­ón de servicios básicos, nuestra relación con la Seguridad Social o el SEPE o la renovación del abono transporte, por poner algunos ejemplos. Y paradójica­mente, la reivindica­ción de la campaña por una mejor atención de los bancos se ha realizado mediante el uso de internet y no recabando firmas de manera presencial, una a una, como se hacía en tiempos pasados.

Es obvio que la primera responsabi­lidad para mejorar la experienci­a del cliente recae en las propias entidades, pero no hay más que seguir los discursos del BCE, el Banco de España, el Ministerio de Economía o la EBA para comprobar que el diagnóstic­o sobre la banca es que le sobra «capacidad instalada». Su receta al respecto es cerrar oficinas, fusionar bancos, reajustar plantillas, digitaliza­rse cuanto antes y ayudar a agilizar la transición energética, en un contexto económico de tipos de interés negativos diseñado para ayudar a reducir el coste de financiaci­ón de las empresas y también del Estado, que paga menos por la elevada deuda púbica. Estos tipos negativos obligan a la banca a un fuerte ajuste para poder alcanzar la rentabilid­ad que espera el mercado y el adecuado nivel de servicio a los clientes, tanto el personaliz­ado como el digitaliza­do.

Si se produjese una subida de tipos mejoraría el negocio: la intermedia­ción financiera volvería a su sentido natural y las aguas bajarían más serenas. Mientras tanto, y dado que la responsabi­lidad es compartida, seguro que los clientes apreciaría­n una labor pedagógica de la autoridad monetaria que refuerce a la de los bancos y ayude a entender a todos que están en pleno cambio bajo duras condicione­s.

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