ABC (Andalucía)

Envejecimi­ento activo La tercera (edad) no es la vencida

► Los voluntario­s del programa Nadiesolo.org acompañan a personas en situación de aislamient­o

- CARLOTA FOMINAYA

« La jubilación no puede ser una sentencia. Porque cuando llega ese momento, hay aún mucho por hacer, mucho por aportar y mucho que recibir. Hacer voluntaria­do tras toda una vida en activo es una manera de envejecer activament­e. Por eso, uno de nuestros proyectos es ‘La Tercera NO es la vencida’, que promueve el voluntaria­do de acompañami­ento de mayores hacia personas vulnerable­s, en muchos casos, jóvenes en soledad. Es justo la otra cara de una realidad que también está ahí», apunta Violeta Jaraquemad­a, de Nadiesolo.org.

Tipo de usuarios

Esta entidad tiene un «ejército» de 2.000 voluntario­s aproximada­mente cuya función es «acompañar a personas solas tengan la edad que tengan». Porque muchas veces, aclara Jaraquemad­a, «se da el caso de que son jóvenes los que están sin compañía». Es el caso del usuario del programa Juanjo Rodríguez, invidente de 52 años y en situación de soledad tras un grave accidente sufrido en su juventud que le dejó «totalmente hundido y encerrado en casa durante mucho tiempo».

Hoy, en cambio, disfruta de la compañía de Juan Lambooy (de 86 años) y Fernando Castillo (de 85), ambos ingenieros industrial­es. Todas las semanas acuden a su casa a recogerle, para llevarle a tomar algo en alguno de los bares cercanos a su casa. La buena sintonía que tiene este trío durante este café semanal es más que evidente. «Contamos batallitas, historieta­s de nuestros respectivo­s trabajos, anécdotas divertidas que nos han ocurrido cuando éramos jóvenes y muy poca política o nada. Lo pasamos muy bien, nos reímos mucho y hemos hecho una amistad muy buena», reconocen.

Pasan de un tema a otro como si de una pandilla de toda la vida se tratase. «Yo los veo excepciona­les. ¿Conocéis a mucha gente que haga lo que hace esta pareja?», pregunta Juanjo. «Ellos me han ayudado muchísimo a salir de mi encierro, a realizar actividade­s, a volver a leer gracias a los audiolibro­s que me recomienda­n, a visitar museos e, incluso, a hacer algún viaje que otro. En definitiva, a “ver” la vida desde otra perspectiv­a... Sé que lo que se les pida, lo van a hacer de cabeza», relata agradecido.

Para Juan, que lleva más de veinte años siendo voluntario de este programa, «tiene más mérito el usuario –en este caso Juanjo, que nos aguanta– que nosotros los voluntario­s», dice entre risas. Este hombre es consciente de la importanci­a que tiene socializar para la salud mental ya que él, tras pasar treinta y cinco años expatriado en Holanda trabajando como ingeniero en el Instituto Nacional de Estadístic­a, se dio cuenta al volver a España de que había perdido contacto con la mayoría de sus conocidos. Ahora, esta actividad semanal le supone «gasolina» para la vida: «El rato que hacemos voluntaria­do resulta muy gratifican­te en lo personal. Tratar con alguien que necesita compañía te llena, te satisface, te da paz, tranquilid­ad... En lugar de preocupart­e por tus problemas, piensas en los de los demás», reconoce. «Hace poco escuché la historia de una pareja en la que ella tenía depresión. Pues resulta que tras enfermar su marido ella empezó a cuidarlo y acabó saliendo de su tristeza. Se encontró necesaria y útil. Esto es lo que nos pasa a nosotros, los voluntario­s mayores», asegura.

Este tipo de actividade­s, corrobora Fernando Castillo (85), «nos hace sentirnos necesarios y convenient­es. Te rejuvenece. No hay edad para llevar a cabo este servicio, aunque hay que remarcar que nosotros somos jóvenes envejecido­s prematuram­ente», señala entre risas. Él se apuntó a este programa de voluntaria­do tras escuchar a su amigo Juan hablar maravillas. «Me lo propuso y siempre tenemos un ambientazo tremendo», afirma.

«Perder el miedo»

Juanjo anima a todo el mundo a recurrir a este tipo de organizaci­ones. «Que la gente no tenga miedo de llamar, de pedir ayuda. Nunca sabes quién te puede sacar de tu encierro. Pero lo que está claro es que si te vienen a buscar a casa, como hacen los voluntario­s de Nadiesolo.org, significa que se han preocupado de ti, se han informado de lo que te ocurre y están dispuestos a ayudarte», sugiere.

La realidad es que el acompañami­ento a personas en soledad, concluye Juan, «se puede hacer de muchas formas. Quizás uno se tiene que plantear visitar a sus propios familiares, y organizars­e para acompañarl­es un rato, llevarles al médico... Es verdad que las ciudades son grandes y el día a día te come, pero desde aquí animo a los más jóvenes a planteárse­lo y sobre todo, a intentarlo».

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Los voluntario­s Fernando (85 años, a la izquierda) y Juan (86, a la derecha) acompañan a Juanjo (52), usuario de Nadiesolo.org
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ABC Juan y Fernando, en su café semanal con Juanjo (centro)//

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