En proceso de logro
Al fin y al cabo, proporcionaba la dignidad de la derrota
AL que destacaba por su excelencia en las aulas se le tildaba con desprecio de ‘empollón’ entre las risotadas de los mediocres. A lo mejor todo se fastidió cuando asumimos esas chanzas contra los mejores entre las sonrisas del clan de los atolondrados. Todavía hoy, cuando alguien confiesa que sacaba muy buenas notas, añade la muletilla de «pero yo no era un empollón, ¿eh?», como si esa bandera fuese una mancha de su infancia, de su juventud. ¿Y qué si era un empollón? Se castigaba a los empollones con el escarnio general porque se esforzaban, porque hincaban los codos, porque asimilaban las lecciones, y eso resultaba imperdonable. Bueno, sólo se podía perdonar un rato si el empollón era un tipo bondadoso y se dejaba copiar cuando el examen. El empollón cosechaba las burlas, sin embargo el listillo que se dedicaba a la trampa recogía la admiración universal. Y así fuimos cimentando una degradación imparable en el ambiente que, además, se reforzó con los sucesivos y nefastos planes de educación obstinados en arrebatar todo lo que oliese a humanidades.
Ignoro cómo terminará esto pero, de momento, en Cataluña planean extirpar el tradicional ‘suspenso’ que señala al estudiante que no aprobó para cambiarlo por un estrafalario ‘en proceso de logro’. Al tipo que ha inventado lo del ‘en proceso de logro’ que sustituye al ‘suspenso’ que le suban por favor el sueldo porque el eufemismo suena tan glorioso que no cabe sino admirar el ardid. Los nuevos y santurrones tiempos exigen palabrería fosforescente de la que embauca cada día. Ese ‘en proceso de logro’ se crea para no traumatizar al que circula en el pelotón de cola, pero yo creo que me hundiría más ese ‘en proceso de logro’ que el habitual, breve, contundente y hasta cariñoso ‘suspenso’. ‘En proceso de logro’ destila un no sé qué de coitus interruptus, de proyecto que nunca culminará, de fracaso al ralentí, de tropezón permanente, de eterno síndrome de Peter Pan. Suspender, al fin y al cabo, proporcionaba la dignidad de la derrota.