Sin pecado original
El PP se ha propuesto hacer de Vox su archienemigo cuando es su única oportunidad de gobernar en España
El problema es creerse mejor, mirar por encima del hombro al de al lado, la superioridad moral de manual. Crear enemigos donde no los había, abrir afrentas nuevas o viejas –se ganen o se pierdan–, cavar trincheras. Creerse el último demócrata de Occidente, el protector de las esencias. El guardián de no sé qué. Y todo, casi siempre, por envidia. Por sentirse desplazado como un hijo primogénito al que le sale un hermano estorbón.
Esto es lo que ha hecho el PP con Vox desde su aparición una vez detrás de otra, ponerlo en frente en vez de al lado. Señalar, como si en su casa nadie les hubiese enseñado que es de mala educación. El PP se ha propuesto hacer de Vox su archienemigo, pintarle colmillos y garras, cuando es su única oportunidad de gobernar los próximos años en España. En un escenario donde los dos grandes partidos han dejado muy claro que jamás harán amago de entenderse, incapaces de alcanzar acuerdos aunque sea por el beneficio de la ciudadanía, al PP sólo le queda Vox.
La izquierda, con esa otra superioridad moral más agravada de no tener pecado original, es capaz de montarse una liga de nacionalistas, independentistas, filoterroristas y quien les haga falta sin despeinarse. Pero resulta que el PP no puede pactar con Vox…
En Castilla y León somos igual. Tiene que venir Díaz Ayuso a decirle a Mañueco que Vox no está tan mal. Y lo único que se lee entre líneas y a gritos es que o cambia el discurso sobre los de Abascal o el 14 de febrero se va a comer los mocos y no precisamente en el Palacio de la Asunción. «Si necesitáramos a Vox, que no les vamos a necesitar, pero si los necesitásemos…».
Vox tiene un populismo de manual como el de cualquiera de los partidos tradicionales, pero sin disimular. Igual que Podemos. Juventud, divino populismo.
Así ha cambiado el PP de estrategia de ayer a hoy en Castilla y León. Las encuestas a la baja le obligan, pero siguen sin entender lo único importante: aquello de que hablar mal de Fulano sólo habla mal de ti en realidad.