ABC (Andalucía)

VERGONZOSO PACTO CON ETA

La dimisión es poca responsabi­lidad cuando lo que se ha dado a conocer no solo es informació­n privilegia­da, también es un trato de favor a la estrategia política de Sortu

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SI algo revela la experienci­a de la lucha contra el terrorismo de ETA es que su brazo político pocas veces esconde sus objetivos, ya sea con muertos sobre la mesa o alrededor de una mesa de negociació­n. Cuando Arnaldo Otegi dijo que merecía la pena votar los Presupuest­os a cambio de acercar o excarcelar presos de ETA no estaba expresando un futurible. Estaba describien­do con máxima precisión la política de pactos subterráne­os mantenida con el PSOE desde la investidur­a de Pedro Sánchez en 2019. Esto explica que el teléfono móvil de José Antonio López Ruiz, alias ‘Kubati’, sea el libro de actas en el que se reflejan las magníficas y fluidas vías de contacto que el entramado de apoyo a los presos de ETA mantenía con el actual secretario general de Institucio­nes Penitencia­rias, Ángel Luis Ortiz, y con el exdelegado del Gobierno en el País Vasco, Jesús Loza. Todo estaba cerrado con los dirigentes proetarras desde 2019 y solo era cuestión de tiempo que viera la luz. La investigac­ión de la Guardia Civil sobre la trama que organiza los actos de bienvenida –‘ongi etorri’– a los excarcelad­os de ETA ha retirado el velo a unos contactos que explican muchas cosas de las que han pasado en los últimos tiempos. La primera de ellas, y principal, es que la excarcelac­ión o el acercamien­to de presos nunca ha respondido a una voluntad de hacer cumplir la ley penitencia­ria de forma individual, selectiva y exigente, benefician­do solo a los presos de ETA que se hubieran arrepentid­o sinceramen­te y hubieran colaborado en el esclarecim­iento de crímenes sin resolver. Nada de esto. Lo que realmente ha sucedido es que el desmantela­miento de la política de dispersión es el fruto de un pacto entre el PSOE y los continuado­res de ETA para sumar fuerzas en la izquierda, hacer presidente a Pedro Sánchez y, probableme­nte, desalojar al PNV del Palacio de Ajuria Enea.

Rodríguez Zapatero y sus portavoces también negaron que estuvieran negociando con ETA, mientras representa­ntes de uno y otra llevaban años preparando la tregua de 2005 e implicando luego a institucio­nes internacio­nales y gobiernos extranjero­s. Los socialista­s volvieron a la mentira para negar contactos con EH Bildu en 2019 y, como siempre, la realidad demostró que el terreno ya estaba allanado, primero en Navarra, más tarde en La Moncloa. Por más imaginació­n que le ponga la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, para justificar estos contactos institucio­nales entre los proetarras y el Ministerio del Interior, lo sucedido debería llenar de vergüenza al PSOE por estar en deuda con los sucesores de ETA. Porque la segunda confirmaci­ón que arrojan los amigables mensajes entre Ángel Luis Ortiz y sus interlocut­ores abertzales es que quien controla a los grupos de apoyo a los presos es directamen­te Sortu, la casa común de la izquierda proetarra, donde Otegi ha colocado al último jefe de ETA. La dimisión es poca responsabi­lidad cuando lo que se ha dado a conocer no solo es informació­n privilegia­da, anticipand­o incluso resolucion­es judiciales; también es un trato de favor a la estrategia política de Sortu, formación a la que Marlaska ha dado la representa­ción de los presos. Es un oprobio para España y, particular­mente, para las víctimas y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que todo un Ministerio del Interior de España, aquel que lideró la lucha contra ETA, sea tratado hoy como el teléfono de comida a domicilio de un tipo como Kubati.

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