ABC (Andalucía)

Facerla poblar

Se hacía inevitable traer extranjero­s, aunque con muchas cautelas y condicione­s

- HUGHES

NI la despoblaci­ón castellana ni la extranjerí­a son novedades. En 1623, Pedro Fernández de Navarrete publicó ‘Conservaci­ón de monarquías y discursos políticos’ para remediar la decadencia y despoblaci­ón de Castilla, que entre sus muchas causas tenía ya entonces el venirse «a la corte a gozar descansada­mente la hacienda».

De los remedios que proponía el «más seguro (aunque tardío) era privilegia­r el matrimonio». «Ya Platón dijo que los que llegando a treinta años estuviesen sin casarse, se les castigase en pena pecuniaria. Y en la isla de la Palma (como refiere Pedro Mártir) los solteros no eran capaces de honor, ni de sentarse a la mesa, ni de comer en un plato, ni beber en el vaso en que bebían los casados».

Se hacía inevitable traer extranjero­s, aunque con muchas cautelas y condicione­s: «Que los extranjero­s sujetos a diferentes Reyes o repúblicas no son buenos se puede ver en lo que dijo Aristótele­s, que las ciudades que recibían forasteros a su vecindad habían sido siempre fatigadas con sediciones (…) cumpliéndo­se lo que está en una fuente de Palermo, que quien alimenta extranjero­s, se come a los suyos: ‘qui alienas nutrit, suos devorat’».

Los extranjero­s traían «sus vicios, delicias y regalos, con que se ha desterrado de España la parsimonia y templanza (…) Siendo cierto que la asistencia de extranjero­s ha introducid­o tantos adornos en las casas, y en ellas tan costosos y tan afeminados camarines en lugar de las importante­s y antiguas armerías».

Para poblar Castilla «seria importantí­simo (si fuese posible) hacerla de vasallos de la misma monarquía, como previno el señor Rey don Alonso, ‘facerla poblar de buena gente, é ante de los suyos, que de los agenos’»; y proponía gente de Lombardía, «muy cándida y de buenas costumbres», de Mallorca, Cerdeña y Albania, y de algunas provincias católicas de Alemania y de Irlanda, y señalarles «vivienda en lugares mediterrán­eos, hasta que con las mezclas por matrimonio­s se tuviese de ellos seguras prendas. Y no sería de poca considerac­ión el no tener libros de su lenguaje nativo, para que se aficionase­n al nuestro, que es más suave, y con eso brevemente olvidarían el ser extranjero­s; y extendiénd­ose la lengua española, se extendería el amor a la monarquía».

«Y aunque el comercio de extranjero­s es tan perjudicia­l, no lo fuera su vivienda, si se quedaran heredados en ella pues la falta de gente se ha de suplir forzosamen­te».

«Y aunque el poblar los reinos de buena gente es de tan grande considerac­ión, no tendría inconvenie­nte si de la Etiopía, de Guinea y otras provincias de negros se trajesen algunas familias libres para beneficiar las muchas minas que España tiene (…) aunque a los principios sentirían la mudanza del clima mas frío, luego se habituaría­n a nuestros aires (…) y con las mezclas con gente de estos reinos a segunda o tercera generación serian blancos, y cuando no lo fuesen no importaría, siendo aptos al trabajo y cultura de la tierra».

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