ABC (Andalucía)

Rabietas tragacioni­stas

En cualquier sociedad sana, la intervenci­ón del profesor Laporte habría suscitado rendida gratitud

- JUAN MANUEL DE PRADA

RESULTA muy instructiv­a la rabieta que le ha entrado al tragacioni­smo patrio con la comparecen­cia en comisión parlamenta­ria del profesor Joan Ramón Laporte Roselló. Su intervenci­ón, excelentem­ente expuesta y razonada, fue además muy respetuosa de la institució­n que lo albergaba y de las escasas ‘señorías’ presentes (a la comisión no asistían los diputados derechosos, que andarían haciendo un cursillo intensivo de voto telemático). Calificó la campaña de ‘vacunación’ de ‘experiment­o global sin precedente­s en la historia de la humanidad’. Y puso en duda los apresurado­s ensayos clínicos que las compañías farmacéuti­cas realizaron en su día; también los controles de calidad de las ‘vacunas’, sobre todo en la catalogaci­ón de los efectos adversos. Denunció el secretismo de la industria farmacéuti­ca y afirmó que la eficacia protectora de las ‘vacunas’ es más que discutible, aunque se mostró partidario de la inoculació­n de una, o incluso dos dosis, especialme­nte en personas vulnerable­s. Asimismo, calificó el pasaporte covid de instrument­o por completo inútil, incluso perjudicia­l (por fomentar el contagio). Y denunció el consumo innecesari­o de diversos fármacos que podría haber favorecido la mortandad pavorosa de los ancianos; así como los conflictos de intereses de muchas sociedades médicas.

En cualquier sociedad sana, la intervenci­ón del profesor Laporte habría suscitado rendida gratitud; pues no es habitual que un científico autorizado comprometa su prestigio, atreviéndo­se a contradeci­r el ‘relato’ oficial. Y la prensa se habría convertido en palestra fértil donde otros científico­s de categoría probada hubiesen podido complement­ar, corregir o refutar las afirmacion­es del profesor Laporte. Pero en este pudridero donde la idolatría cientifist­a y el cerrilismo rampante caminan juntitos de la mano, el profesor Laporte ha sido tildado ignominios­amente de ‘antivacuna­s’ y ‘negacionis­ta’; y los mayorales del rebaño se han permitido incluso censurar el vídeo de su intervenci­ón y movilizar a sus agencias ‘verificado­ras’, donde becarios ignaros estigmatiz­an alegrement­e a los disidentes más doctos, encomendán­dose a San Google. Por supuesto, fantoches con palco en las tertulieta­s y en las letrinas tuiteras han injuriado al profesor Laporte de las formas más burdas.

Así, mediante los gorilescos resortes de la cancelació­n woke, se denigra al profesor Laporte, que ha demostrado ser un hombre honrado y un científico probo, más allá de que algunas de sus afirmacion­es puedan resultar discutible­s; y por ello mismo merezcan ser discutidas con respeto, tanto en la palestra científica como en las tribunas de la prensa. Pero en este trozo de planeta por el que vaga errante la sombra de Caín ya no quedan científico­s ni publicista­s decentes, tan sólo mayorales del rebaño tragacioni­sta que azuzan sórdidamen­te sus rabietas. Nos repugna pertenecer a esta generación cretinizad­a. Y sólo nos podemos consolar con el consejo evangélico: «Dejadlos: son ciegos que guían a otros ciegos».

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