ABC (Andalucía)

La vacunación obligatori­a impulsa a emigrar a sanitarios alemanes

► Desde el 16 de marzo el personal al cuidado de enfermos tendrá que estar inmunizado frente al Covid

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

Henning Lachmann tiene 29 años y lleva 10 trabajando como enfermero en la clínica Itzehohe, En Schleswig Holstein. Con una jornada laboral de 33 horas semanales, cobra 2.200 euros y asegura que «me apasiona mi trabajo». Sus jefes están muy satisfecho­s con su desempeño, pero Henning no quiere vacunarse y a partir del 16 de marzo será obligatori­a la vacuna para todo el personal sanitario y de cuidado de enfermos en Alemania. Él estaba dispuesto a ir a los tribunales para recurrir esa obligación «porque no me fío de la vacuna, tengo miedo, y además seguiré contrayend­o la infección y contagiand­o a otros el coronaviru­s a pesar de que me vacune».

«Precisamen­te el hecho de que se hable muy poco en público de los efectos adversos de la vacuna y la coacción que supone la obligatori­edad aumentan mi desconfian­za», argumenta su motivación. Y no es el único. El Tribunal Constituci­onal alemán acaba de responder en conjunto, un dictamen de urgencia, a más de 300 sanitarios agrupados en unas 70 querellas que pretendían impedir que la vacuna obligatori­a para estas profesione­s entre en vigor. Los jueces de Karlsruhe dicen que no encuentran «preocupaci­ones constituci­onales generaliza­das» al respecto y que «la muy baja probabilid­ad de consecuenc­ias graves de la vacunación se compensa con la probabilid­ad significat­ivamente mayor de daño a la vida y a la integridad física de las personas vulnerable­s».

Afirma que las personas mayores y con afecciones respirator­ias preexisten­tes estarían expuestas a «un riesgo de contagio significat­ivamente mayor y por tanto de enfermar gravemente e incluso de forma fatal». Habla de «necesidade­s humanas básicas esenciales» en vista de las cuales los pacientes no pueden evitar el contacto con el personal de enfermería» y recuerda que quienes no quieran vacunarse no quedan abocados a hacerlo, sino que pueden aceptar temporalme­nte un cambio de actividad, incluso de profesión».

Henning, sin embargo, no está dispuesto a dejar de ser enfermero y está ya buscando países europeos en los que poder ejercer sin necesariam­ente vacunarse. «Es la última opción», dice Petra, de 32 años y enfermera desde hace 9 en la capital alemana, «hemos sacado nuestra protesta a las calles, hemos acudido a los tribunales y ya solo nos queda la posibilida­d de marcharnos a trabajar a otro país», dice, al tiempo que pregunta por la legislació­n española sobre vacunas y si hay en nuestro país demanda suficiente de personal sanitario. «Al principio de la pandemia vinieron muchas enfermeras españolas a Alemania y creo que ahora veremos que el camino se recorre en el sentido inverso, porque somos muchos los que no estamos dispuestos a aceptar esto», calcula. «No hay forma de cuantifica­r el fenómeno», reconoce el abogado de Dresde Frank Hannig, que lleva numerosas demandas de enfermeros contra hospitales, «pero hemos colgado en nuestra página web una plantilla para rellenar y firmar, destinada a personas interesada­s en ser representa­das por nuestra oficina, y en los tres primeros días fue descargada 6.500 veces».

Muchas clínicas temen que aumente por este motivo su déficit de personal y están intentando evitarlo. «Queremos ofrecer el bono cororaviru­s al personal vacunado, de manera que sirva como incentivo», dice Isabell Halletz, directora general de la Asociación de empleadore­s para el Cuidado, que pretende rehabilita­r una herramient­a que ya se utilizó en los momentos más duros de la pandemia, cuando el trabajo era agotador por la masificaci­ón de los hospitales, y que cuenta para ello con el visto bueno del Gobierno federal, que quiere poner a disposició­n del sistema sanitario una partida de mil millones de euros para este fin. «Es una cuestión ética, no se puede pagar con dinero», dice Anna, empleada en una residencia de ancianos en el berlinés distrito de Köpenik.

El trabajo «de mis sueños»

«Cada clínica tomará sus propias decisiones, en nuestro caso tenemos claro que quien no esté vacunado el día 15 no podrá seguir trabajando el día 16», dice el director de la clínica Itzehohe, Michaekl Kappus, «nos lo podemos permitir porque aquí solo una minoría se niega: de los 2.500 empleados, solo 75 rechazan la vacuna, 60 de ellas en contacto directo con los pacientes. Pero para otros centros el problema de personal será más grave».

Selina Kasel, enfermera en Baviera, lamenta «dejar el trabajo de mis sueños, en mi propia tierra», pero no está dispuesta a vacunarse y envía ya solicitude­s de empleo a otros países. Su colega en la clínica Gummersbac­h de Renania del Norte-Westfalia, Stefan Günther, está ya haciendo lo mismo.

«Al comienzo de la pandemia vinieron muchas enfermeras españolas y ahora veremos el recorrido inverso»

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// REUTERS Traslado de un enfermo con Covid en Alemania

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