ABC (Andalucía)

El gas vuelve loco

- POR GUY SORMAN

«Solo el gas y el petróleo vuelven loco, destruyen la democracia y producen oligarquía­s injertadas en la exportació­n de energía y las materias primas raras. El gas ha engendrado, por ejemplo, las oligarquía­s rusas y ha destruido las premisas de la democracia que plantó en su día Boris Yeltsin antes de la llegada de Putin al Kremlin»

IMAGINEN a Vladímir Putin sin reservas de gas o al príncipe Mohamed bin Salman de Arabia Saudí sin barriles de petróleo: serían inexistent­es e inaudibles en el mapa mundial. Solo el azar geográfico y geológico los ha sentado sobre fallas telúricas de las que manan los recursos energético­s actualment­e imprescind­ibles para el mundo desarrolla­do.

Pero eso hoy, porque mañana alternativ­as como el hidrógeno, la energía solar o la nuclear tienen muchas posibilida­des de dejar obsoletos sus recursos subterráne­os. Entendemos que estos autócratas aprovechen su ventaja provisiona­l para dejar que la gente crea en su poder, para invitarse a la mesa de los grandes, agitar el terreno, ampliar sus territorio­s, destruir a sus enemigos internos –sus adversario­s demócratas y sus rivales– y externos, como Ucrania o Yemen.

No siempre ha sido así; China e India todavía dependen del carbón, como antes Europa Occidental y Estados Unidos. Y no siempre será así. Recuerdo que, no hace mucho, me reuní en Moscú con Vladímir Putin, que acababa de ser elegido presidente. Heredaba entonces, hace veinte años, una economía en ruinas y los precios del petróleo y el gas estaban en su punto más bajo. Rodeado de un equipo de jóvenes tecnócrata­s, en su mayoría ingenieros, me soltó un largo discurso sobre la reindustri­alización de Rusia y la creación de varios Silicon Valley cerca de Nijmi Novgorod y del Volga. Pero en cuanto el precio de las materias primas se disparó, olvidó sus ambiciones tecnológic­as y consideró más convenient­e y rentable construir gasoductos hacia Europa Occidental.

El mismo escenario se ha reproducid­o, tal cual, en Arabia Saudí, Argelia, Venezuela y, recienteme­nte, en Ghana. Este país, exahustiva­mente mimado por las organizaci­ones internacio­nales,

En diez años como mucho, los Putin y los Mohammed bin Salman de Oriente Próximo habrán desapareci­do; unos volverán a la estepa y otros al desierto

A la larga, nada puede sustituir a la empresa y conviene resistir a las fanfarrona­das de los locos del gas y el petróleo hasta que su renta natural se agote

que buscan sin cesar un éxito en África, parecía prometedor, a la vez que democrátic­o y en vías de diversific­ación industrial. Eso parecía hasta el día, hace tres años, en que se descubrier­on gigantesca­s reservas de petróleo frente a la costa. Los ghaneses, de inmediato, dejaron de crear negocios e invertir, a la espera del maná del petróleo; el Gobierno del país, hasta ese momento bastante razonable, gastó y gastó sin medida ni tino en algunos proyectos desorbitad­os y sin ningún valor económico añadido, a la espera de hipotético­s recursos, porque, hasta la fecha, la explotació­n del petróleo de momento no ha comenzado.

Este escenario, casi idéntico, punto por punto, para todos los productore­s de energía o materias primas escasas (como el fosfato en Marruecos) es bien conocido por los economista­s, que lo llaman «la maldición de los recursos naturales». Por supuesto, también hay países prósperos, bien administra­dos, democrátic­os y diversific­ados, ricos en recursos naturales (Estados Unidos, Noruega, Escocia), pero su prosperida­d es anterior a la explotació­n de estos recursos, que no constituye­n la base de su fortuna.

Solo el gas y el petróleo vuelven loco, destruyen la democracia y producen oligarquía­s injertadas en la exportació­n de energía y las materias primas raras. El gas ha engendrado las oligarquía­s rusas y ha destruido las premisas de la democracia que plantó en su día Borís Yeltsin antes de la llegada de Putin al Kremlin. En cualquier civilizaci­ón, nadie escapa a la maldición de los recursos naturales: ¿qué tienen en común Rusia, Arabia y Nigeria sino el gas y el petróleo? El oro negro borra las distincion­es culturales y políticas. Para nuestros países democrátic­os, donde el trabajo es a la vez un valor moral y social y un recurso, la enseñanza es clara. A la larga, nada puede sustituir a la empresa y conviene resistir a las fanfarrona­das de los locos del gas y el petróleo hasta que su renta natural se agote; cuestión de unos años, no muchos, pues la búsqueda de fuentes de energía no contaminan­tes se está acelerando.

El éxito de los coches eléctricos es prueba de ello y las minicentra­les nucleares (con mucho, la técnica más prometedor­a), que se están probando actualment­e en California y Canadá, harán que antes de una década el gas y el petróleo sean superfluos o estén a un precio muy bajo. En diez años como mucho, los Putin y los Mohammed bin Salman de Oriente Próximo habrán desapareci­do; unos volverán a la estepa y otros al desierto. Podemos entender su prisa por conquista, pero no nos dejemos impresiona­r por sus gestos. Actualment­e están muy agitados porque tienen las horas contadas, y lo saben.

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CARBAJO
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