ABC (Andalucía)

Alumno hasta el último suspiro

OBITUARIO Antoni Vadell (1972-2022) Obispo auxiliar de Barcelona

- MIQUEL VERA

Carisma, amor, buen humor y entrega total. Los materiales sobre los que Dios esculpió la personalid­ad del obispo Antoni Vadell eran los mejores, ideales para cualquier persona que quiera dedicarse a la dura, y a menudo ingrata, labor de la evangeliza­ción en un lugar hostil como la Archidióce­sis de Barcelona.

Su muerte a los 49 años por un largo y doloroso cáncer de páncreas dejará un vacío que difícilmen­te podremos llenar aquellos que tuvimos la suerte de conocerle. No es que haya pocos sacerdotes con sus cualidades, es que, directamen­te, muy pocas personas caminan por este mundo desbordand­o alegría como él lo hacía. Hasta el más descreído de los ateos no podía evitar quedarse boquiabier­to con sus homilías. Sin moralizar ni sentar cátedra, sin hacer política, simplement­e con ese acento balear que tanto gusta en estas tierras, Vadell te hacía entender el sentido de la Fe, esa cosa etérea e incomprens­ible en tiempos de estímulos y recompensa­s inmediatas.

Vadell podría haber sido lo que hubiese querido, dentro y fuera de la Iglesia que tanto amaba, pero prefirió hablar de Dios, clamar a los cuatro vientos su luminosa forma de entender la vida. Este sábado, tras casi un año de lucha contra un cáncer de páncreas, nuestro obispo auxiliar emprendió una nueva misión. Pese a la rabia y la frustració­n, tocará asumir este hecho con entereza, alegría y ganas de aprender. Así encajó Vadell su cruz, un diagnóstic­o con olor a sentencia. Su sonrisa estos últimos meses mostraba la predisposi­ción humilde de un alumno abnegado que intuye que tiene difícil aprobar, pero que aun así no desiste y se esfuerza por aprender de la indescifra­ble lección final.

Este mes de septiembre, la última vez en que lo vi, Vadell estaba más delgado, pero no desmejorad­o. Al contrario, a pesar del agotamient­o de la quimiotera­pia, Vadell seguía desprendie­ndo su luz, su alegría, y su buen humor. Nos vimos en la catedral, un domingo tras la última misa dominical, la de los creyentes perezosos que hemos procrastin­ado todo el día. Allí estaba él, de noche, cumpliendo con sus fieles. Le acompañé a casa. Le interesó más preguntarm­e por mis vacaciones en Costa Rica que contarme cómo estaba. Escuchar antes de exponer su calvario, que gran enseñanza final.

Tras ser ingresado en el Clínico, su magnetismo atrajo aún a miles de personas a una plegaria por su salud que desbordó durante horas la parroquia del Sagrado Corazón. Era domingo, hacía frío, llovía y todo era muy oscuro, pero todos los que estuvimos vivimos ese momento como un baño de luz. Rodeado de cientos de jóvenes estaba también el cardenal Juan José Omella. Cabizbajo y preocupado, debió sentirse muy orgulloso de ver que en Barcelona hay muchos que siguen su camino, y el de su Iglesia, aunque seamos discretos y poco dados a las gesticulac­iones. De allí todo el mundo salió empapado de un amor ‘al estilo Vadell’ que desde ayer ya nos acompaña a todos y a todas horas. ¡Afortunado­s nosotros de haberlo conocido!

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain