La imperfección es bella
La presencia de Sánchez y de la vice bastó para suavizar el ambiente cuando los Goya
INTERESANTE la similitud, cuando manda la izquierda, entre el silencio de los grandes sindicatos y el de la tribu del celuloide. La presencia de Sánchez y de la vice que visitó a su Santidad, Falcon mediante, bastó para suavizar el ambiente cuando los Goya. Apenas una leve broma sobre el desbocado precio de la luz, cuestión de disimular un poco, y se acabó. A lo mejor es que por fin se centrarán en lo suyo, o sea en el cine, para no renunciar a la mitad de la clientela que podría desfilar hacia las salas. Sería una sabia decisión, pero veremos qué sucede cuando, tarde o temprano, regrese la derecha a la poltrona del mando. Acaso habrían protestado fuerte si hubiesen advertido el subidón de Vox en Castilla y León, pero igual se creyeron al CIS.
No se habló de las rebajas de primavera que disfrutarán los etarras encarcelados por sus asesinatos, ni de las cuchilladas que recibirán los autónomos, ni del hemiciclo cerrado durante los meses de pandemia. No. Tampoco iban a machacar a Cate Blanchett con problemas domésticos, por favor. Lo mejor que me ha regalado Australia es la saga de ‘Mad Max’ y la belleza transparente de Cate Blanchett realzada por esa nariz que es un faro de elegancia frente a tanta hermosura oficial, artificial. La genuina belleza, la que nos lubrica las entrañas, es la que encaja las imperfecciones quebrando la monótona armonía de postal veraniega. Los ojos saltones y como de batracio enfadado de Bette Davis, la cojera (vale, era falsa, pero da igual) de Piper Laurie en ‘El buscavidas’, las eternas ojeras de Joan Crawford, esa afeminada manera de caminar sobre las puntas de los pies del gran John Wayne... Las estrellas fetén, hombres o mujeres, incorporan los defectos y los elevan hasta el cielo. Almodóvar, con aire de ordenar algo de respeto al caniche pelma que repta entre las piernas de los invitados, alzó su mano para que el auditorio se levantase ante la presencia de Cate Blanchett. Pero uno se habría arrodillado ante su nariz porque ese es mi sagrado tótem.