ABC (Andalucía)

Irse en diferido

Es un adiós a ritmo sabinero: «Ahora que me despido, pero me quedo»

- JUAN FERNÁNDEZM­IRANDA

Hace tan sólo tres semanas se jodió el Pepé y el desastre de lo que pudo ser y no fue está cogiendo ritmo de noche sabinera. El efecto mariposa que desencaden­ó el diputado Casero salvando la reforma laboral concluye en un vodevil trágico que se ha llevado por delante el proyecto vital de un buen tipo.

Aquel día, Sánchez habría estado contra las cuerdas, con su debilidad saliendo a flote, sus socios Frankenste­in diciendo aquello de «ya te lo avisé» y los hombres de negro de Bruselas desenfunda­ndo el traje. La arriesgada apuesta de Casado al oponerse a la contrarref­ormita habría dado sus frutos y la crisis se habría instalado en La Moncloa en plena campaña del 13-F. Pero el problema no fue sólo el voto equivocado de Casero, fue la gestión que el PP hizo de ese fallo: error sobre error. Tengo en la retina la imagen de Cuca Gamarra gritando desbocada desde la bancada, desconocid­a, casi fuera de sí. Aquella reacción desaforada, aquel agarrarse al error informátic­o, aquel exceso de bronca impropio en Casado y en Gamarra desvió el tiro del verdadero problema y ha dejado escaparse vivo al PSOE.

Ya estábamos inmersos en la campaña del 13-F, que habría sido otra y probableme­nte habría frenado la tendencia a la baja del candidato Mañueco poniendo el foco en las vergüenzas de Sánchez, nuestro rey desnudo. Pero no fue así, y la estrategia electoral que Génova diseñó para el curso 22/23 hizo aguas en el primer capítulo con un triple fracaso: obligado a entenderse con Vox, constatand­o que sí existe el efecto Ayuso y abandonand­o la idea de adelanto electoral en Andalucía.

Y tras las elecciones, el escándalo del espionaje y una semana en la que Génova se ha equivocado en todo y que concluye con esta especie de despedida en diferido. Los versos canallas de Sabina resuenan en Génova como una letanía: «Ahora que me despido, pero me quedo». Pero Pablo Casado no sabe ser canalla, él no sabe decir «coño» en el hemiciclo, ni está cómodo en las tentativas de espionaje. Él es un político clásico, de un parlamenta­rismo del siglo pasado y de un respeto a la institució­n que ya no se lleva. Tal vez eso explique este adiós a plazos, aunque a nosotros nos cueste entenderlo. Pero su tiempo se acabó, aunque a él le cueste asumirlo.

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