UCRANIANOS DE MADRID QUE PARTEN A LA GUERRA: «NO SOY COBARDE»
Pavlo Kovalyk avisó a su mujer hace dos semanas. «Me dijo que en esta vida había jurado dos veces; una conmigo», recuerda ella, mientras acaricia la alianza plateada que luce en el dedo anular, «y otra con su país, con su bandera». Kovalyk, de 38 años, que ha vivido los últimos dieciséis en el municipio madrileño de Alcorcón, se subirá este domingo a una furgoneta para regresar a Ucrania. Lo hará acompañado de menos de una decena de compatriotas, que conducirán por turnos para cubrir en unas 35 horas los cerca de 4.000 kilómetros que ahora los separan de la guerra.
«No voy a estar aquí tomando cerveza mientras en mi país están muriendo, están en guerra. Somos hombres», declaraba ayer Kovalyk, que se manifestó a las puertas de la Embajada rusa en Madrid para clamar en contra de la ofensiva del Kremlin. Su amigo, Yuriy Hladchuk, de 36 años, también se montará en la furgoneta. Ambos completaron el servicio militar obligatorio de dos años. Hladchuk estuvo destinado en Crimea, la península que Rusia se anexionó de forma ilegal en 2014. A Kovalyk le insistieron en que se alistara en el Ejército, era buen tanquista.
Ya han avisado a su jefe –trabajan en un supermercado de Alcampo– de que parten hacia Ucrania como reservistas; una vez lleguen, podrán ayudar en sus ciudades natales, cerca de Lviv, la ciudad fronteriza con Polonia, o ser enviados a bases militares. «No voy a ser un cobarde y quedarme aquí», zanja Hladchuk, que dejará en Madrid a sus dos hijos de 12 y 7 años. «Lo primero son mi tierra y mis padres. ¿Mi padre se va a morir y yo voy a estar aquí?».