ABC (Andalucía)

Un partido en mitad de una guerra

► La selección de baloncesto de Ucrania, que anoche jugó contra España en Córdoba camino del Mundial, vivió una angustiosa y tensa jornada por la invasión de su país

- JAVIER GÓMEZ/ E. V. ESCUDERO

«Estamos nerviosos y estresados. Nuestra mentalidad no es la mejor». Con estas palabras resumía Andrei Lebedev, delegado de la selección de Ucrania, el estado de ánimo de la expedición por el estallido de la guerra en su país tras la invasión rusa. Era todavía media mañana en Córdoba, donde el equipo tenía que medirse a España en un partido de clasificac­ión para el Mundial 2023 que pasó desde ese momento a un segundo plano. Jugadores y técnicos no quitaron ojo en todo el día a sus móviles, donde les llegaban a cuentagota­s las noticias sobre sus seres queridos.

El hotel de concentrac­ión fue un búnker donde se recluyeron durante toda la jornada. Anularon la sesión de tiro matutina y no hubo declaracio­nes hasta bien entrada la tarde, cuando ya parecía seguro que el partido iba a disputarse. Fue entonces cuando uno de los jugadores ucranianos, Oleksandr Lypovyy, salió al exterior del hotel para mostrar el auténtico sentir del vestuario. «No queremos jugar, pero no es posible aplazar el encuentro». Era toda una demostraci­ón de que, al menos, una parte del grupo no estaba con ánimo para jugar un partido de baloncesto.

Fue a media tarde cuando el presidente de la Federación Española (FEB), Jorge Garbajosa, confirmó que el duelo iba a disputarse. «Se te pone la piel de gallina porque empatizas con la situación que pueden estar viviendo los jugadores, sus familias y sus seres queridos. Es un horror. Esto que están viviendo no se la deseamos a nadie», explicó el dirigente, que además, demostró su deseo de que todo se solucione cuanto antes.

Lágrimas en el pabellón

La jornada complicada en el hotel de concentrac­ión se trasladó al autobús que les tenía que llevar al pabellón de Vista Alegre. Ese trayecto, que tantas veces habían hecho los jugadores durante su semana de concentrac­ión en Córdoba preparando el partido ante España, fue mucho más emotivo esta vez. La invasión de su país por parte de Rusia, las bombas cayendo en Kiev, la incertidum­bre por sus familiares… todo se agolpó en las cabezas de los jugadores en ese trayecto corto que se les hizo eterno.

Al bajar, con varios de ellos envueltos en la bandera azul y amarilla, les esperaba el cariño del público cordobés. Aplausos y gritos de ‘no a la guerra’ que aumentaron la carga emocional. Un gesto que agradecier­on los ucranianos antes de entrar al pabellón en el que les esperaba el partido más complicado de su carrera.

En las gradas de Vista Alegre, banderas de Ucrania que se fundían con las españolas y alguna pancarta pidiendo el final del conflicto. Reivindica­ción que el pívot Artem Pustovyi –jugador del Gran Canaria y ex del Barcelona– llevaba pintada en el rostro. Un ‘No a la Guerra’ que dio la vuelta al mundo cuando sonaron los himnos nacionales. Porque la cámara se detuvo en él durante unos segundos para remarcar un mensaje que es un clamor. Lloraba, mientras tanto, sin consuelo, un periodista ucraniano que había acompañado al equipo. Abrazado a la bandera de su país, se agolpaban en su cabeza las imágenes del día. Demasiados sentimient­os para controlar las emociones.

Vino a continuaci­ón una ovación cerrada. Aplausos contra la guerra en un partido que se jugó porque así lo quiso la federación ucraniana. Durante toda la jornada hubo conversaci­ones entre las partes. Tanto la FEB como la FIBA dieron todas las facilidade­s para que fueran los del Este los que decidieran. Aunque los jugadores no estaban muy por la labor, el órgano rector del baloncesto en Ucrania creyó que era mejor ponerse en el centro de la escena y acaparar los focos. Reivindica­ción que tuvo su efecto.

En el minuto de silencio que se guardó por las víctimas de la guerra llegaron más lágrimas. No pudo reprimirla­s Lypovyy, visiblemen­te afectado en ese momento, como lo estaban los aficionado­s ucranianos que les habían acompañado hasta España. En su recuerdo estaban los familiares que esperaban en Ucrania, para los que había tenido palabras de apoyo horas antes. Porque él fue el único que dio la cara en el hotel de concentrac­ión, en el que expresó su deseo de no jugar. Tuvo que hacerlo, como el resto de sus compañeros, aunque su reivindica­ción fuera de la pista no llegó dentro de ella.

Ahí, su concentrac­ión apenas duró unos minutos. Dos canastas de Randle y Pustovyi le dieron la primera y casi única ventaja a Ucrania, errática y descentrad­a a partir de entonces. Incapaz de hacer frente a una selección española muy superior que al descanso había dejado el partido sentenciad­o y que no quiso hacer sangre en la segunda mitad (88-74).

Al término del encuentro llegó el epílogo más emocionant­e. Una ovación para el recuerdo que encogió el corazón a los presentes. Un minuto largo de reconocimi­ento, con los jugadores de España rindiendo tributo a sus compañeros. Lección de convivenci­a en medio de la barbarie que dejó un buen recuerdo en una jornada luctuosa para la historia.

«No queremos jugar el partido, pero lo haremos para mandar un mensaje de ánimo al país», aseguró Oleksandr Lypovyy

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// EFE Los jugadores de ambas seleccione­s guardaron un minuto de silencio en protesta por el ataque ruso a Ucrania
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// V. MERINO Jugadores de Ucrania consultan los móviles en su hotel de Córdoba

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