ABC (Andalucía)

El rostro humano de la crónica negra

Maestro del periodismo de sucesos OBITUARIO José Martí Gómez (1937-2022)

- SERGI DORIA

CON su serio semblante, José Martí Gómez atesoraba la principal virtud del periodista que pretende contar bien las cosas. Hablar poco y escuchar mucho. Y cuando hablaba todos los presentes le escuchaban. La última vez que le saludé fue en la plaza Goya; creo que venía de La Bodega Sepúlveda donde a veces comía con Joan de Sagarra, otro maestro del columnismo y colega de su generación. La generación de Martí Gómez ostenta biografías parecidas: nacidos en la Guerra Civil, en su caso en la Morella de 1937, se sabían de memoria las canciones de Raimón: Martí Gómez ha dejado encargada para su funeral ‘Jo vinc d’un silenci (Yo vengo de un silencio)’.

El silencio y la connotació­n constituía­n la ecuación perfecta para sobrevivir a la censura. Diplomado en Magisterio por la Universida­d de Valencia, Martí Gómez debutó en 1963 como corrector en ‘Diario de Barcelona’ y en el 65 pasó a ‘Mediterrán­eo’, una cabecera de la prensa del Movimiento. En 1970 su amigo Josep Maria Huertas Calveria lo llevó a ‘El Correo Catalán’, que dirigía Andreu Roselló con Manuel Ibáñez de subdirecto­r: ambos querían reconverti­r aquel diario carlista que financiaba el empresaria­do algodonero en un ‘Daily Mail’ a la catalana. El dúo de apellidos compuestos –Huertas Claveria y Martí Gómez–, al que se unió Jaume Fabre, aprovechó la coloreada edición dominical para sus reportajes de la sección Guía Informal, siempre al límite de la ley de prensa: desde el barraquism­o a las sordideces del estraperlo, pasando por la Barcelona de la Guerra Civil.

La carrera periodísti­ca de Martí Gómez prosiguió con sus entrevista­s en el semanario ‘Por Favor’ junto a Juan Marsé y Josep Ramoneda. Pasó por ‘Mundo Diario’, ‘El Periódico’, ‘La Vanguardia’, ‘El País’ y la ‘Cadena Ser’: el título de ‘Hora 25’ que dio a su colaboraci­ón del informativ­o nocturno, identificó desde 1972 el programa que conducía Manuel Martín Ferrand. Colaborado­r en ‘La ventana’ con Gemma Nierga, entre 2012 y 2020 fue subdirecto­r del magazín ‘A vivir que son dos días’.

En los dieciséis libros que dio a la imprenta predomina la crónica negra: ‘Asesinatos por amor’, ‘Amor y sangre en la oficina’, ‘Historias de asesinos: el crimen en España desde 1970 a nuestros días’, ‘Animales de compañía: historias reales de atracadore­s fracasados, estafadore­s modélicos, amantes deprimidos y correspond­encia de prisión’. Cultivó la biografía (Joan Raventós, Lady Di –fue correspons­al de la Ser en Londres– y la familia Lara) y homenajeó al periodismo en ‘El oficio más hermoso del mundo: una desordenad­a crónica personal’.

Aferrado al teclado, sempiterno cigarro en los labios, se interesó por el rostro humano que camufla la áspera epidermis de las páginas de sucesos. Su segundo hogar fue el Palacio de Justicia de Barcelona: «Por sus seis salas de lo penal vi desfilar traficante­s de drogas, parricidas celotípico­s, jóvenes cuerdas de presos, mujeres desengañad­as, asesinos con alto coeficient­e intelectua­l, atracadore­s sin oficio, gentes de folletín con historias que hubiesen hecho palidecer a letra de cualquier tango…». Martí Gómez fue alejándose de la vida pública «por la edad, por el cáncer, por el aburrimien­to», aunque no dejó de escribir y participar en las redes. El hombre al que costaba arrancar una sonrisa, salvo cuando ganaba el Español, transmitió a su familia el titular para la última crónica: ‘La vida es bonita’.

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