ABC (Andalucía)

Jaume Tribó y sus 50 años susurrando a los divos en el Liceo

► El apuntador del Gran Teatro barcelonés no sólo es uno de los mejores profesiona­les de su oficio, también se ha convertido en memoria viva de la ópera en España

- PEP GORGORI

Cualquiera que haya tenido el privilegio de pasear entre las bambalinas del Gran Teatro del Liceo se ha tropezado, un momento u otro, con un atril negro en el que unas grandes mayúsculas blancas rezan: TRIBÓ. No hacen falta más detalles. Al verlo, todo el mundo sabe que ese es el lugar de trabajo del apuntador, Jaume Tribó, y que no hay que quitarlo de su sitio porque el atril de Tribó está siempre justo donde tiene que estar. Normalment­e, en la concha; a veces, en un lateral del escenario; ocasionalm­ente, parapetado tras algún elemento del decorado para que los divos y las divas puedan escuchar mejor sus susurros.

Jaume Tribó (Barcelona, 1945) es apuntador del Liceo desde hace casi medio siglo, y en ese tiempo se ha convertido en toda una institució­n. Él forma parte del teatro, y le gusta recordar que el teatro forma parte de él: se tatuó en el pecho la ‘L’ modernista diseñada en 1908 por su propio abuelo y que fue durante décadas el emblema del Liceo. Su oficio consiste en recordar a los cantantes no solo el texto, sino también el ritmo y la pronunciac­ión de la frase que tienen que entonar un instante después, para que vayan más seguros durante las funciones.

Mientras trabaja, pues, simplement­e dice palabras sueltas, ya sea en italiano, francés, alemán, ruso, checo, catalán, castellano, o el idioma en que esté escrita la obra. Pero, cuando sale del teatro, es una verdadera máquina de contar anécdotas sobre los grandes nombres de la lírica con los que ha tenido ocasión de trabajar. Recienteme­nte, el periodista Jaume Radigales las ha recopilado en un volumen con sus memorias (‘Jaume Tribó, memòries d’un apuntador’) que la editorial Huygens tiene intención de publicar en castellano próximamen­te.

Entre todos los cantantes que menciona, destaca la figura de Montserrat Caballé, con quien le unió una amistad entrañable. A Tribó le gusta recordar esa noche en la que la soprano le llamó por teléfono estando él en plena función de ‘Linda de Chamounix’ en el Liceo. Le pidió que fuera inmediatam­ente a Niza para hacer de apuntador en las representa­ciones de ‘Parisina d’Este’, también de Donizetti, que empezaban al día siguiente. Ni corto ni perezoso, Tribó cogió la partitura y una grabación en cassette y se subió al primer taxi que encontró en las Ramblas. «¿Me puede usted llevar a Niza?». Y ahí apareció a la mañana siguiente, tras estudiarse la ópera durante el trayecto.

Tribó fue discípulo de Joan Dornemann, apuntadora del Metropolit­an de Nueva York durante 40 años, quien a su vez se formó con Vasco Naldini, considerad­o el Toscanini de los apuntadore­s, a quien Karajan reclamaba a menudo para sus produccion­es. Además de su trabajo entre bambalinas, Tribó hizo sus pinitos en la radio, como colaborado­r y guionista en el programa ‘Gran Gala’ de Joan Lluch en RNE.

Actualment­e, se ha volcado en la publicació­n online de los anales del Liceo, para que el público pueda consultar qué óperas se han programado y con qué repartos desde el inicio de la actividad en el teatro. Era algo que tenía que acabar sucediendo, porque ya hace mucho que, cuando alguien tenía alguna duda sobre el tema, recurría a él: ¿Cuándo cantó ‘Norma’ la Sutherland? ¿Cuántas veces cantó aquí ‘Aída’ la Tebaldi? Tribó sigue siendo la memoria viva del Liceo.

Discípulo excelso Es heredero de una técnica que llega a Vasco Naldini, considerad­o el Toscanini de los apuntadore­s

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// ABC Jaume Tribó desde su puesto de apuntador en la concha del escenario del Gran Teatro del Liceo
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