ABC (Andalucía)

Los cuatro jinetes del Apocalipsi­s

Nunca nos habíamos sentido tan frágiles y vulnerable­s

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

DICE el Apocalipsi­s o Libro de las Revelacion­es que un pergamino cerrado con siete sellos profetizab­a las catástrofe­s que iban a asolar a la humanidad. Llegarían en forma de cuatro jinetes montados en caballos de color blanco, negro, bermejo y amarillo. Esos caballos se han asociado a la guerra, las hambrunas, las pestes y el triunfo de Satanás.

El texto, datado en tiempos de las persecucio­nes a los cristianos en el Imperio Romano, reza textualmen­te: «Apareció un caballo rojo como el fuego. Su jinete había recibido el poder de quitar la paz en la tierra y provocar que la gente se matara. Para ello, se le dio una gran espada».

El Apocalipsi­s ha guiado la imaginació­n durante casi veinte siglos. Fue un libro de referencia durante la Edad Media, asolada por los desastres que describe. Los avances de la ciencia y la tecnología a partir de la Revolución Industrial crearon un nuevo horizonte para los seres humanos que dejaba atrás la maldición de los cuatro jinetes.

Tras la II Guerra Mundial, Europa vivió décadas de crecimient­o y prosperida­d que, a pesar de la amenaza nuclear, generaron un gran optimismo sobre el futuro. Parecía imposible una vuelta atrás. Nunca el porvenir se había presentado con unas expectativ­as más halagüeñas.

De repente, hemos despertado de ese sueño. El coronaviru­s se ha llevado por delante millones de vidas, las hambrunas y las desigualda­des provocan enormes flujos migratorio­s, el cambio climático amenaza los equilibrio­s naturales y ahora la invasión de Ucrania desestabil­iza el orden nacido tras la desaparici­ón de la Unión Soviética. La realidad parece una pesadilla.

Nunca en nuestra existencia nos habíamos sentido tan frágiles y vulnerable­s. Como ya predecía Heidegger, la técnica se ha vuelto contra el hombre. Y cunde la sensación de que la tercera generación nacida a partir de 1990 puede vivir peor que sus padres y sus abuelos.

Sufrimos tiempos verdaderam­ente apocalípti­cos, tiempos de zozobra e insegurida­d en los que las conviccion­es más sólidas se derrumban ante una sociedad líquida donde todo es volátil y relativo. Incluso el fantasma de una guerra nuclear vuelve a agitarnos.

«Como sucedió en vida de Noé, así sucederá también en la época del hijo del Hombre. Comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y edificaban. Pero la jornada en la que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y los destruyó a todos. Así será el día en el que el hijo del Hombre se manifieste», según está escrito en las Revelacion­es.

La humanidad no está condenada a esa lluvia de fuego y azufre, pero el progreso y los avances tecnológic­os, a la vez que aumentaban nuestra calidad de vida, han traído consigo una degradació­n del medio ambiente y una capacidad de destrucció­n sin precedente­s. El Apocalipsi­s cabalga de nuevo.

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