« Dos patrias
Recibí un correo electrónico inesperado. Su padre fue un niño de Rusia y éramos parientes
No sabes qué afortunados sois, cuatro generaciones juntas, nacidas todas en el mismo lugar». Me lo dijo mi buen amigo Peter cuando recién llegado de Australia, nos acompañó en la presentación en 2015 en el Congreso de ‘El guionista de la Transición’, la biografía que escribí sobre mi tío abuelo Torcuato por el centenario de su nacimiento. Fue un acto emocionante en el que había hijos, nietos y biznietos, encabezados por su viuda, mi tía Carmina. Sólo su generación había conocido el horror de la guerra, pero nadie necesitó emigrar. Peter me ayudo a comprender lo excepcional de un momento que reunía las vidas de todo un siglo: «Yo nací en Reino Unido, mis hijos en Sudáfrica y mis nietos en Australia». Me sentí afortunado, y me hizo pensar en la suerte de haber nacido ajeno a uno de los fenómenos que explica la Humanidad: las migraciones.
Unos años después, en 2019, recibí un correo electrónico inesperado: «Juan, te reenvío esta carta que recibí de un posible pariente tuyo». Y así era, pese a que el remitente y yo no nos conocíamos ambos compartíamos apellido y pertenecíamos a una misma familia, aunque en ramas lejanas: Pablo es hijo de Tino, uno de los niños emigrados a Rusia durante la Guerra Civil: con 11 años, en julio del 36 estaba en un campamento de verano cuando estalló la guerra y Oviedo quedó aislado. Fue enviado a Rusia sin conocimiento de la familia y, como cuenta Pablo, su madre no volvió a dormir. Por fortuna, Tino volvió a España en 1942 tras caer prisionero de los nazis en el frente de Karelia, donde combatía voluntario junto al Ejército Rojo. Tras pasar por un campo de concentración en Finlandia fue uno de los primeros en regresar y con gran mérito rehizo su vida, se casó y tuvo dos hijos. A lo largo de su vida, Tino contó poco y fue capaz de no transmitir nada más que concordia. La suya es la herencia de un gran hombre. Con los años, Pablo ha reconstruido la historia de su padre, que es la de toda esa generación de niños, en dos libros que merece la pena leer: «Pisaré sus calles nuevamente» y «Dos patrias». Son la letra pequeña de una historia que es la mía, pero que también es la nuestra.