Casado lamenta la guerra interna aunque ve injusto su final
► Se despide asegurando que ha sufrido una reacción en su contra «inédita en nuestra historia democrática» ► Ofrece su «lealtad» y «respaldo» a Núñez Feijóo, desde la «máxima prudencia y discreción»
Pablo Casado se despidió ayer de los cargos del Partido Popular (PP) en la Junta Directiva Nacional, aunque aún le queda un último discurso en el congreso de Sevilla, en el que dentro de un mes se ratificará su relevo al frente del primer partido de la oposición. En unas palabras escritas y leídas al milímetro (sin recurrir a su oratoria sin papeles de muchas otras veces), y que finalmente fueron públicas por su expreso deseo –pese a haberse anunciado inicialmente que hablaría a puerta cerrada–, Casado dedicó pocas pero claras menciones a la guerra civil vivida por el partido las últimas semanas. Una crisis interna que lamentó, pero de la que se considera una víctima inocente. «Lamento todo lo que haya hecho mal y la situación que han sufrido durante esta semana nuestros militantes y nuestros votantes» aseveró, para a continuación añadir: «Y también siento, tengo que decirlo, la reacción que he tenido que sufrir, que es inédita en nuestra historia democrática, y creo sinceramente que no merezco ni merecería ninguno de votostros».
El presidente saliente del PP dijo tener «la conciencia muy tranquila, llena de agradecimiento, sin rencor ni frustración. Me habéis permitido estar en la historia de España, al lado de
Fraga [Manuel], Aznar [José María] y Rajoy [Mariano]». En la enumeración de sus antecesores evitó mencionar a Antonio Hernández Mancha, el frustrado líder del centro derecha en los ochenta con el que tanto se le ha comparado las últimas semanas.
Al margen de su versión sobre la lucha interna que ha precipitado su final y el del que fue su número dos, Teodoro García Egea, al que no dedicó ni una sola línea de su discurso, Casado reivindicó su gestión al frente del PP desde que se impuso en las primarias de 2018 para suceder a Rajoy. Presumió de haber devuelto «la ilusión a los militantes»; de «renovar la organización sumando a los que se habían ido» y de «dar a todos su sitio, fueran conservadores, liberales o democratacristianos. Esa es nuestra gran familia política», sentenció. Presumió, además, de haber evitado en 2019 el sorpasso de Ciudadanos que para entonces ya habían sufrido, remarcó, «el centro derecha italiano y francés».
Elogio de Feijóo
En la misma línea reivindicadora de su paso por la calle Génova, Casado mostró su «orgullo» por la labor al frente de comunidades autónomas y ayuntamientos de «una nueva hornada de políticos con unos gobiernos de la libertad que tuvimos que negociar desde la dirección nacional por exigencia de nuestros rivales». Se refería así a los gobiernos de coalición con Ciudadanos en comunidades como Andalucía, Madrid, Castilla y León o Murcia, y en ayuntamientos como el de la capital de España, en la mayoría de los casos con el apoyo externo de Vox.
No mencionó por su nombre a ninguno de esos dirigentes, pero sí a Alberto Núñez Feijóo para entregarle simbólicamente el relevo al frente del PP: «Siempre me ha brindado su lealtad y amistad, las mismas que él recibirá de mí para lo que decida hacer en el futuro».
Aunque sin nombrar en ningún momento a Isabel Díaz Ayuso, su discurso estuvo trufado de referencias más o menos veladas y de mayor o menor intensidad a la presidenta de la Comunidad de Madrid, de cuya ejemplaridad ya había dudado, a cuenta del contrato de su hermano que investiga la Fiscalía, en la entrevista concedida a la Cadena Cope el 18 de febrero, en el momento álgido de la crisis interna. Casado habló de la «ejemplaridad pública» y de la «regeneración para recuperar la confianza de la sociedad en el buen nombre de nuestro partido» como activos de su paso por la presidencia del PP.
Ya en el terreno más ideológico, reafirmó su apuesta por «la política seria e institucional» y por «la defensa de la razón, frente a la invasión del sentimentalismo y el auge populista». A su juicio, «la responsabilidad ahora no cotiza al alza, pero no debemos caer en la tentación de competir en el terreno de juego de nuestros adversarios, porque dejaríamos huérfana a una mayoría social mientras perdemos la fortaleza política y moral de apelar a ella».
En sus últimas palabras ante la Junta Directiva Nacional como presidente, y delante de los principales dirigentes autonómicos y municipales del PP, Casado deseó «toda la suerte» a su sucesor y «todo el éxito para concitar la lealtad y el respaldo que sin duda va a necesitar. El mío lo tendrá el primero, desde la máxima prudencia y discreción». Sin despejar su fu
Pide «no competir en el terreno del adversario» y advierte contra el «sentimentalismo y el auge populista» Muestra su disposición a «ayudar en esta nueva etapa» y a «apoyar» a su sucesor
turo, ni siquiera el más inmediato (de momento sigue siendo diputado por Madrid, tras haber encabezado la candidatura de las elecciones generales celebradas en 2019), Casado afirmó que «hace cuatro años os dije que venía con las manos blancas, los bolsillos limpios y el corazón enamorado de España, y así seguiré a vuestra disposición, para ayudar en esta nueva etapa y para apoyar a quien la continúe. Ser presidente del PP es un privilegio, no un derecho, y honraré ese privilegio siempre». El colofón a su discurso recibió la ovación unánime de la Junta Directiva Nacional.