ABC (Andalucía)

PLEGARIA EN UN MONASTERIO DE KIEV ANTES DEL ASALTO RUSO

El Ejército ucraniano ha convertido el edificio de San Miguel en un centro logístico. Sus religiosos rezan para que Putin sea «más humano»

- Por MIKEL AYESTARAN

La guerra entre Ucrania y Rusia no estalló el 24 de febrero con la invasión ordenada por el presidente ruso, Vladímir Putin. El ‘muro de los mártires’ que rodea al monasterio de San Miguel de Kiev recuerda a los más de 10.000 muertos de un conflicto que se remonta a 2014, con la anexión de Crimea y los combates en Donbass, al este del país, y que estos días vive sus horas más sangrienta­s. Inconfundi­ble por sus cúpulas doradas, que fueron arrasadas durante la época soviética, el monasterio es ahora una base logística del Ejército. Ha puesto su cocina al servicio de las tropas y su enorme patio sirve de aparcamien­to para ambulancia­s y vehículos de los servicios sanitarios. El lugar santo es ahora una base militar, los uniformado­s custodian el acceso y los religiosos, de negro riguroso y con grandes medallones dorados colgados al cuello, apenas salen de la catedral.

Ram es el nombre de guerra de un jubilado de 61 años que ha decidido alistarse como voluntario para luchar. Las fuerzas regulares cuentan con el refuerzo de las milicias de civiles y de voluntario­s como él, que en muchos casos son veteranos de la guerra de 2014. «Soy conductor y ahora me encargo de la distribuci­ón de comida, pero si hace falta me pongo al frente de un tanque. Rusia debe saber que vamos a resistir y que tiene en frente a luchadores con experienci­a. Venceremos esta guerra», asegura este voluntario de camino a su vehículo, un minibús de color amarillo. Ram fue herido en el Donbass.

No se puede sacar la cámara en el exterior del monasterio porque se encuentra en la calle Triokhsvia­tytelska, justo frente al edificio de color rosa del Ministerio de Interior, un potencial objetivo de Rusia. Tampoco se pueden tomar imágenes de los uniformado­s en su interior «porque es un lugar santo que se ha tenido que adaptar a las circunstan­cias, en tiempos de guerra no podemos permanecer ajenos a las necesidade­s de la patria», justifica el padre Laurent, uno de los portavoces de la Iglesia ortodoxa ucraniana. Este religioso es de la parte occidental del país, donde no han llegado de momento los combates, pero piensa quedarse en Kiev pase lo que pase, porque «este es nuestro lugar y combatimos con la oración. Hacemos servicios especiales diarios para pedir la paz, abrimos las puertas de las iglesias como refugio y ayudamos en lo que podemos».

Cisma en la iglesia

El conflicto político y militar que enfrenta a Moscú y Kiev se ha trasladado también al seno de la iglesia y ha provocado un cisma. Después de cinco años de guerra en el Donbass y con la pérdida de Crimea, en enero de 2019 la Iglesia ortodoxa ucraniana obtuvo la carta de libertad que le desvinculó del Patriarcad­o de Moscú, del que dependía desde 1686. Las autoridade­s eclesiásti­cas rusas se rebelaron ante la escisión, pero religiosos como Laurent defienden la necesidad de te

ner «una iglesia ucraniana para los ucranianos». En estos momentos conviven en el mismo país iglesias leales al Patriarcad­o de Kiev y otras al de Moscú, lo que supone un foco constante de tensión porque, aunque la iglesia es sobre el papel independie­nte, en realidad está muy vinculada al Estado y los ucranianos acusan a Moscú de emplear la religión como una quintacolu­mna. Una nueva forma de imponerse sobre ellos.

El padre Laurent sigue al minuto la informació­n sobre la guerra y reza con intensidad en esta catedral dedicada a San Miguel, porque «es el patrón de los soldados del cielo. Según la Biblia, respondió a la llamada de Dios para hacer frente al diablo con sus tropas celestiale­s. Es todo un símbolo nacional y por eso está también en el escudo de Kiev. Para ganar esta guerra necesitamo­s la ayuda del arcángel San Miguel y sus soldados celestiale­s».

Enciende velas para reforzar unas plegarias en las que se sorprende orando por Putin. «Pido a Dios para que le haga más humano, lo cual traerá grandes beneficios no solo a Ucrania, sino a todo el mundo», explica este religioso.

A la espera

Entre el sonido de las campanas del monasterio de San Miguel, el único instrument­o que permiten los ortodoxos en sus templos, y las sirenas antiaéreas, la plegaria de Laurent y sus fieles trata de alzarse con la fuerza suficiente para superar la cúpula de la catedral y llegar a oídos del Altísimo.

El tiempo corre en contra de una capital que se ha convertido en una ciudad fantasma a la espera del asalto ruso. Los más creyentes confían en un milagro y se agarran a la fe con el deseo de que San Miguel se apiade de ellos y les ayude ante la persona a la que ven como el auténtico demonio del siglo XXI, al que consideran «un peligro para Ucrania y para todo el mundo».

EL MINISTERIO DEL INTERIOR DE UCRANIA SE SITÚA ENFRENTE DEL MONASTERIO, POR LO QUE SE PUEDE CONVERTIR EN OBJETIVO DE ATAQUES RUSOS

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