Ganar es el proyecto
A Feijóo sólo le va a valer el éxito. La medida de su gestión la establecerá el resultado, no el método
Afalta de tres semanas para que se ponga al frente del PP y sin que apenas haya dicho esta boca es mía, a Feijóo le llueven consejos, a menudo contradictorios, sobre lo que ha de hacer y no hacer cuando lo elijan. También le caen numerosas críticas preventivas y epítetos de todos los colores, desde socialdemócrata camuflado hasta filonacionalista pasando por tecnócrata o pusilánime, que es la etiqueta favorita de una cierta derecha orgullosa de su vehemencia combativa. Así que este articulista tampoco va a resistir la tentación de hacerle una recomendación que no necesita: que se tape los oídos y trace por sí solo el rumbo de su política sin atender consignas ajenas –lo que incluye por supuesto las mías– ni cantos de las siempre interesadas sirenas capitalinas. La clave de su éxito o su fracaso estará en la capacidad de levantar una alternativa a la etapa de desgobierno sanchista. Por el camino que él decida siempre que conduzca a la mayoría.
Claro que para eso necesita articular un proyecto. Y con carácter previo cohesionar un partido que está roto por dentro, ideológicamente desarmado, inmerso en querellas y dramas de celos, con el aliento de Vox en el cogote y envuelto en una patente sensación de autodesconfianza y desconcierto. Es un trabajo difícil, con entresijos muy complejos, y además dispone de poco tiempo pero si lo ha aceptado será porque se considera en disposición de hacerlo. O porque se ve maduro, o porque cree llegado su momento, o porque le estimula el premio, o simplemente porque su concepto del deber y del compromiso le indica que no hay más remedio. Por una razón o por otra, el paso al frente le da derecho a abordar el reto con autonomía, a su estilo (gallego), con su equipo y su modelo. La medida de su gestión la va a dar el resultado, no el método.
Y pese a las evidentes dificultades de la tarea, entre las que no es menor la falta de un escaño en el Congreso que le obligará a ejercer la oposición por persona interpuesta, tiene la ventaja de que la temperatura electoral española se ha desplazado varios grados a la derecha. A poco que consiga remontar unos puntos en las encuestas puede situarse con cierta holgura en cabeza de la coalición de rechazo a Sánchez y sus socios antisistema. Vox no está por ahora en condiciones de aglutinar esa mayoría social que la crisis del PP ha dejado huérfana de un liderazgo templado y con experiencia. Ese segmento amplio que va desde el conservadurismo democristiano al liberalismo basculante que el desplome de Cs dejó desamparado –el socialista moderado es una criatura extinguida como los dinosaurios– está esperando que alguien le dibuje un horizonte sensato, solvente y pragmático. Eso sí, después de haber tardado tanto en decidirse, Feijóo sólo tendrá una oportunidad y algo menos de dos años. La estrategia es suya, pero no hay más plazo.