Almudena Grandes, la Madre Maravillas y la estación de Atocha
«¿Imaginan el goce que sentiría al caer en manos de una pandilla de milicianos jóvenes, armados y –¡mmm!– sudorosos?». Almudena Grandes parecía bromear así –en su artículo en ‘El País’, el 28 de noviembre de 2008– sobre el sufrimiento de las religiosas al comienzo de la Guerra Civil española, a raíz del debate sobre si era oportuno o no colocar una placa conmemorativa a la Madre Maravillas en un edificio junto al Congreso de los Diputados, donde había nacido en 1891.
En palabras de Gregorio Marañón Bertrán de Lis, sobrino-nieto de santa Maravillas de Jesús y vinculado a ‘El País’ y al Grupo Prisa durante 45 años, la Madre Maravillas «fundó en la India siete conventos y doce en España, hizo construir barriadas de casas prefabricadas para los más necesitados, fundó colegios, promovió la creación de una clínica para religiosas y realizó muchas otras obras humanitarias».
En una carta al director de ‘El País’, el 25 de noviembre de 2008, Antonio Muñoz Molina escribía refiriéndose al artículo de Almudena Grandes: «¿Estamos ante la repetición del viejo y querido chiste español sobre el disfrute de las monjas violadas? No hace falta imaginar lo que sintieron en los meses atroces del principio de la guerra millares de personas al caer en manos de pandillas de milicianos, armados y casi siempre jóvenes, aunque tal vez no siempre sudorosos», y terminaba así: «Almudena Grandes habla de exiliarse a México: cuando leemos artículos como el suyo, y como tantos otros que por un lado o por otro parecen empeñados en revivir las peores intransigencias de otros tiempos, algunas personas nos sentimos cada vez más extrañas en nuestro propio país».
Leo con incredulidad la idea del Gobierno español de nombrar a la estación de Atocha ‘Puerta de AtochaAlmudena Grandes’. Y me pregunto, por muy admirador que el Gobierno sea de su obra literaria, ¿no hay personajes a los que homenajear, dando su nombre a la estación con más tráfico del país, que no creen tanta división entre los españoles?
¿Alguien se imagina que en el siglo XXI diéramos a una estación el nombre de un personaje que hubiera ofendido de esta forma a otro grupo social, ya fuera de otra creencia religiosa o incluso de un partido político?
Le pido al Gobierno que, por favor, no nos obligue a acordarnos de los milicianos sudorosos de Almudena Grandes cada vez que utilicemos la estación de Atocha.