ABC (Andalucía)

¿Es débil la democracia?

Si el Ejército ruso, segundo del mundo, no avanza todo lo rápido que se esperaba es porque los ucranianos saben por lo que luchan, su país

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

L Eerror de los dictadores es considerar a la democracia débil, blanda, asustadiza. Sus elecciones legislativ­as o presidenci­ales, sus cámaras, tribunales y partidos –como libertades y garantías– frenan su marcha y deslucen su brillo. Ella misma contribuye a tal descrédito al considerar­se ‘la menos mala de las formas de gobierno’. Nada de extraño que autócratas de todo tipo se hayan enfrentado a ella, creyéndola presa fácil, lo que al principio suele ser, para terminar vencidos a la larga.

Hago aquí una breve pausa para advertir que hablo de las democracia­s auténticas, porque en el mundo y en la historia abundan las democracia­s falsas, como las ‘populares’, comunistas, o la ‘orgánica’, de Francisco Franco. ¿En qué se diferencia­n?, me preguntará­n ustedes. Pues no en el sistema de gobierno, monarquía o república, sino en las garantías constituci­onales: allí donde haya libertad de prensa y tribunales independie­ntes, será verdadera. Donde estén coartadas, no lo será. Así de sencillo.

Y reanudo el análisis de la democracia, posiblemen­te el invento más importante de la humanidad para su progreso. ¿Por qué? Pues porque el ciudadano se siente implicado en su propio beneficio, junto al de la comunidad. Mientras las dictaduras sólo aprovechan al dictador y a su claque. Por lo que, a la larga, suelen perder.

Con lo que llegamos al problema más candente. Si el Ejército ruso, segundo del mundo, no avanza todo lo rápido que se esperaba es porque los ucranianos saben por lo que luchan, su país, y los rusos saben que luchan por Vladímir Putin. Es más: las manifestac­iones contra esa guerra proliferan en aquellas ciudades, aun sabiendo que van a ser detenidos y condenados a penas que superan las de cualquier delito grave. Ya sé que es una parte infinitesi­mal de la población. Pero de prolongars­e y devenir en guerrillas urbanas, las más difíciles de combatir, Vladímir Putin tendría no un problema, sino dos, sin poder combatir el segundo con armas nucleares. Aparte de ser un triunfo indiscutib­le de la democracia sobre el autoritari­smo.

Por el Berlín ocupado y dividido de hace medio siglo, circulaba un acertijo con muy mala uva: ¿cómo se reconoce en una recepción en la Embajada soviética al jefe de los servicios secretos? Respuesta: aquel a quien el embajador consulta todo. Putin hizo su carrera en el KGB, que desde el desplome del Muro es quien manda en el país, por encima del Ejército e incluso del partido. Fue quien le aupó a la presidenci­a de la Federación Rusa. Lo que pongo en duda es que el KGB acepte el fallo de su plan para Ucrania, aunque admito no tener otra base para ello que el hecho de que son bastante conservado­res y no perdonan los fracasos.

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