ABC (Andalucía)

La venganza de la globalizac­ión

El embargo no hará cambiar de actitud a Putin, así que es hora de que China nos diga qué quiere ser de mayor

- JOHN MÜLLER jmuller@abc.es

En apenas una semana, Rusia ha sido sometida a un embargo cada vez más amplio por el sector privado. Desde gigantes tecnológic­os como Microsoft o Apple a la mayoría de las marcas de automóvile­s, pasando por la logística, la banca, el entretenim­iento, la energía y la moda han anunciado la suspensión de operacione­s en ese país. Desde el primer momento de la agresión a Ucrania, las firmas con intereses en Rusia han tenido un debate interno respecto de qué hacer, una discusión donde se han visto desbordada­s por la ética y la geopolític­a.

Hay casos donde la decisión se ha tomado por conviccion­es éticas y reputacion­ales, y otros donde las empresas dicen que se han visto empujadas por las sanciones. Entre las que dicen haber sido impelidas bajo el eufemismo de que no pueden garantizar la continuida­d de las operacione­s, hay dos mecanismos de transmisió­n de los castigos que están siendo especialme­nte eficaces: las medidas que afectan a la logística y a las transaccio­nes financiera­s.

Putin también ha puesto de su parte: la Bolsa rusa ha estado cerrada, ha impedido a los extranjero­s desinverti­r, ha impuesto en la práctica un corralito financiero porque no hay divisas disponible­s, las transferen­cias al extranjero están prohibidas y los exportador­es tienen que forzosamen­te convertir en rublos el 80% de las divisas que reciben. Además, ha dictado una serie de leyes restrictiv­as en el mundo audiovisua­l y en el campo de la libertad de informació­n.

El Kremlin puede mantener bajo una férrea censura a su pueblo, pero no podrá ocultar que los repuestos y autopartes se acaban, los cajeros no funcionan y el personal de las tiendas de moda está cruzado de brazos. Si los efectos de este desastre económico sobre la población rusa serán más rápidos que sus tanques en Ucrania está por verse.

Durante años, Putin ha sido uno de los agentes de la desglobali­zación. Un enemigo declarado del posmateria­lismo y el poder blando. Es un férreo defensor del derecho a ejercer el poder de un Estado en sus propias fronteras y ahora se ha comprobado que también está dispuesto a ejercer ese poder dentro de las fronteras de sus vecinos. Que la globalizac­ión del comercio y las finanzas le atice una patada a sus pretension­es es justicia divina.

Es improbable que estas medidas hagan a Putin entrar en razón rápido. Aunque Borrell haya escandaliz­ado con su reconocimi­ento de que sólo China puede mediar ahora, está en lo cierto. Sus palabras son el resultado de la última decepción de Macron con el ruso. Y aunque muchos critican el silencio de EE.UU. lo mejor que puede hacer Biden es evitar confrontar con el ruso, porque ese camino nos lleva a una situación peor. China está obligada a mover ficha. Una nación no puede aspirar a ser una potencia global y desentende­rse de los problemas del mundo. Ya ha recibido tres avisos: el pandémico, el de Afganistán y ahora el de Ucrania.

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