Nubarrones
El proceso de exclusión social se ha cronificado después del parón económico de la pandemia
s la palabra más repetida entre los consejeros últimamente. Todos hablan de los ‘nubarrones’ que amenazan el horizonte cuando lo que de verdad se intuye es un cielo cubierto en color panza de burra cargado de rayos y truenos. Y sin llover.
Estos ‘nubarrones’ son un eufemismo en toda regla, porque para el tren de la recuperación económica parece no haber nunca una estación término. Después de la pandemia, todavía no
Esuperada, llega la guerra del tirano a las puertas de Europa para confirmar el lema del siglo: «Todo puede empeorar». El meteorito se está haciendo de rogar. Esta semana, Cáritas ha dibujado con una paleta cargada de datos la crudeza del paisaje social devastado que ha dejado el «tsunami» del Covid. Más de un millón de andaluces vive en exclusión severa. Tal es la situación, que aquella crisis de 2008, la de la burbuja del ladrillo que tanto se llevó por delante, parece hoy un lejano pequeño inconveniente ante tanta catástrofe sobrevenida. Y no podemos olvidar que muchos andaluces no se han levantado todavía de aquel golpe. Ahora el proceso de exclusión social se ha cronificado después del parón económico de los años de pandemia. Las políticas sociales son incapaces de responder a los retos con la eficacia que requiere una sociedad tan cambiante, en el que la edad, el sexo, el acceso a las tecnologías o la nacionalidad son factores excluyentes en un escenario de alta competitividad, y en el que las víctimas se multiplican en una dinámica de imparable aumento de la brecha social.
La estadística al alza de venta de deportivos de superlujo, también confirma ese diagnóstico, porque al igual que una legión de damnificados, las crisis propician el negocio del que vive un puñado de especuladores.
La subida de precios de los materiales y combustibles que la guerra amenaza con hacer histórica eleva la inflación por días y dejará los sueldos tiritando.
La sequía amenaza con derribar los cimientos de un primer sector al que la sociedad ha despreciado a pesar de ser la garantía de su sustento. Las empresas empiezan a sentir el viento polar y redefinen proyectos –el fondo de barril de Cepsa en Algeciras es un ejemplo– mientras el maná de los fondos europeos sigue siendo un enigma que se encuentra además con una complicada gestión administrativa. Para cerrar el círculo de las desgracias los anuncios de «armonización fiscal» del Gobierno es anuncio de pobreza.
Me hubiera gustado escribir del azahar que acaba de brotar, pero presiento que la primavera económica del cambio tendrá que esperar.
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