Una guerra injusta
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«Vladímir Putin ha hecho su apuesta más arriesgada y se ha encontrado con una Alianza y una Unión Europea firmes que, por primera vez en mucho tiempo, muestran una inédita unanimidad en política exterior, que era uno de sus déficit más preocupantes. Alemania y los Países Bajos han decidido enviar armamento a Ucrania, y Suiza ha roto su tradicional neutralidad para congelar los activos de la jerarquía rusa. Nada de esto le resultará gratis a Putin»
LAS amenazas y provocaciones del presidente Putin, con la concentración masiva de tropas en las proximidades de la frontera con Ucrania y sus movimientos militares, se han hecho realidad con la invasión de Rusia a Ucrania. La idea de que Ucrania forme parte de Europa y su integración en la Alianza ha perturbado a Putin, que no esconde sus ambiciones expansionistas para construir un nuevo imperio bajo su dominio, como cuando se anexionó Crimea en 2014 tras la celebración de un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional.
A pesar de los esfuerzos diplomáticos entre Occidente y Moscú descartando la posibilidad de una guerra hasta hace bien poco, Rusia ha iniciado, de hecho, una violenta y flagrante invasión a Ucrania por tierra, mar y aire de consecuencias imprevisibles para el mundo entero. Putin lo justificó con la excusa de defender la región del Donbass, considerando como independientes las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Aunque se desconocen las intenciones reales de Vladímir Putin, todo apunta a que su principal objetivo es derrocar al presidente de Ucrania, Zelenski, e instaurar un gobierno afín, favorable a Moscú.
La injustificada agresión contra Ucrania representa una ruptura total de las leyes internacionales y de las normas específicas que establecen la inviolabilidad de las fronteras, el arreglo pacífico y la no intervención en los asuntos internos de otros países. No es solamente un ataque contra Ucrania, sino también contra los cimientos de la seguridad en Europa y del orden internacional en el que se basa la estabilidad del mundo civilizado. «Es un ataque a una comunidad de valores que defendemos y que representan la OTAN y la UE», en palabras de la ministra de Defensa, Margarita Robles.
El Ejército ruso ha demostrado un impresionante y demoledor poder ofensivo, capaz de derrotar a cualquier ejército europeo. Occidente ha condenado sin fisuras dicha invasión asumiendo el coste de aislar económica y diplomáticamente a Rusia con las medidas sancionadoras más fuertes que se puedan concebir, aun sabiendo que una parte de ellas recaerá sobre nuestras economías en el peor momento posible, cuando el mundo comenzaba a recuperarse del brutal impacto de la pandemia. Putin está convencido de que puede asumir costes y salir de esta crisis reforzado en el plano doméstico y en el internacional.
Se intensifican los ataques cumpliendo los objetivos de Putin en medio de acusaciones mutuas entre Kiev y Moscú para frenar el conflicto armado, pero el anuncio dado por el Kremlin es «ampliar la ofensiva en todas las direcciones de acuerdo con el plan de ataque previsto», haciendo hincapié en el objetivo de derrocar al Gobierno de Ucrania, que preside Volodímir Zelenski, que de forma reiterada pide un alto el fuego y llegar a acuerdos. La superioridad de las fuerzas rusas es clara, pero la disposición luchadora de los ucranianos y la complejidad del combate urbano dificultan su avance. Se trata, sin duda, de una lucha profundamente desigual, pero ello no significa que la ofensiva militar rusa vaya a ser una operación fácil, como se está demostrando a lo largo de la crisis.
El sueño imperial del presidente ruso de ganar territorio –salta a la vista– lo está consiguiendo a través de esa maquinaria mortífera, utilizando todos los medios a su alcance, aprovechando un formato de guerra híbrida no declarada, cargada de desinformación a los medios, mientras y en paralelo Putin amenaza con extender la guerra a otros países como Suecia y Finlandia si pasan a formar parte de la Alianza Atlántica. Pero en un mensaje patriótico televisado el presidente Zelenski ha llamado a la población a resistir manifestando: «Estoy aquí, no bajaremos la guardia, defenderemos nuestro Estado, vamos a proteger nuestro país porque nuestras armas son nuestra verdad y la verdad es que esta es nuestra tierra, nuestro país, nuestros niños y los vamos a proteger a todos».
En plena ofensiva al corazón de Kiev, la Alianza, en un alarde de apoyo sin fisuras a Ucrania, ha decidido activar por primera vez su Fuerza de Respuesta Rápida, un cuerpo de unidades especiales capaz de desplegarse con rapidez en apoyo a la defensa de países de la Alianza. La izquierda y la extrema derecha alemana que previamente habían expresado sus críticas a Putin, y Olaf Scholz, canciller alemán, han vuelto a condenar la invasión y lo describen como un ‘punto de inflexión’, que significa que el «mundo de después ya no es el mismo que el de antes», declarando ante el pleno del Bundestag y anunciando una cantidad adicional de 100.000 millones de euros para el mantenimiento de las Fuerzas Armadas alemanas.
Ahora, Vladímir Putin ha hecho su apuesta más arriesgada y se ha encontrado con una Alianza y una Unión Europea firmes y que, por primera vez en mucho tiempo, muestran una inédita unanimidad en política exterior, que era uno de sus déficit más preocupantes. Alemania y Países Bajos han decidido enviar armamento a Ucrania, y Suiza ha roto su tradicional neutralidad para congelar los activos de la jerarquía rusa. Nada de esto le resultará gratis a Putin.
No hay duda de que la agresión contra Ucrania ha generado una oleada de solidaridad, así como de rechazo generalizado contra Putin en la UE. El conflicto golpea el corazón de las naciones más ricas del mundo. Es una guerra terrible que se emite en directo y donde los bombardeos, el dolor y el sufrimiento de la población civil traspasan fronteras. Estamos ante una nueva realidad que no tiene parangón con otros conflictos, porque los agredidos están mostrando una capacidad comunicativa extraordinaria. La destrucción y el horror se comprueban minuto a minuto, y nada se puede esconder. Casi dos millones de personas han huido de la guerra en poco más de una semana.
Mientras Moscú intensifica los bombardeos sobre la capital y estrecha el cerco a las principales ciudades de Ucrania, el presidente Zelenski, en una sesión del Parlamento Europeo, con un discurso que arrancó una ovación cerrada de los eurodiputados, dijo: «Luchamos por nuestra libertad, por nuestros derechos y por nuestra supervivencia. Por favor, demuestren que están con nosotros porque luchamos también por la libertad que ustedes tienen».
Si las grandes crisis obligan a los políticos a ejercer su liderazgo, el caso de España no puede ser menos, y el presidente Sánchez ha rectificado y decidido enviar armas a Ucrania en contra de algunos miembros de su Gobierno, que por su ideología no están conformes con esta decisión. Con la consternación que nos produce esta horrible guerra finalizo con las palabras pronunciadas por Mila Milosevich, investigadora del Real Instituto Elcano: «Putin podrá ganar la guerra, pero perderá lo demás».