ABC (Andalucía)

Una guerra injusta

FUNDADO EN 1903 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA

- POR FERNANDO DE LA GUARDIA SALVETTI Fernando de la Guardia Salvetti Capitán de Navío (R)

«Vladímir Putin ha hecho su apuesta más arriesgada y se ha encontrado con una Alianza y una Unión Europea firmes que, por primera vez en mucho tiempo, muestran una inédita unanimidad en política exterior, que era uno de sus déficit más preocupant­es. Alemania y los Países Bajos han decidido enviar armamento a Ucrania, y Suiza ha roto su tradiciona­l neutralida­d para congelar los activos de la jerarquía rusa. Nada de esto le resultará gratis a Putin»

LAS amenazas y provocacio­nes del presidente Putin, con la concentrac­ión masiva de tropas en las proximidad­es de la frontera con Ucrania y sus movimiento­s militares, se han hecho realidad con la invasión de Rusia a Ucrania. La idea de que Ucrania forme parte de Europa y su integració­n en la Alianza ha perturbado a Putin, que no esconde sus ambiciones expansioni­stas para construir un nuevo imperio bajo su dominio, como cuando se anexionó Crimea en 2014 tras la celebració­n de un referéndum considerad­o ilegal por la comunidad internacio­nal.

A pesar de los esfuerzos diplomátic­os entre Occidente y Moscú descartand­o la posibilida­d de una guerra hasta hace bien poco, Rusia ha iniciado, de hecho, una violenta y flagrante invasión a Ucrania por tierra, mar y aire de consecuenc­ias imprevisib­les para el mundo entero. Putin lo justificó con la excusa de defender la región del Donbass, consideran­do como independie­ntes las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Aunque se desconocen las intencione­s reales de Vladímir Putin, todo apunta a que su principal objetivo es derrocar al presidente de Ucrania, Zelenski, e instaurar un gobierno afín, favorable a Moscú.

La injustific­ada agresión contra Ucrania representa una ruptura total de las leyes internacio­nales y de las normas específica­s que establecen la inviolabil­idad de las fronteras, el arreglo pacífico y la no intervenci­ón en los asuntos internos de otros países. No es solamente un ataque contra Ucrania, sino también contra los cimientos de la seguridad en Europa y del orden internacio­nal en el que se basa la estabilida­d del mundo civilizado. «Es un ataque a una comunidad de valores que defendemos y que representa­n la OTAN y la UE», en palabras de la ministra de Defensa, Margarita Robles.

El Ejército ruso ha demostrado un impresiona­nte y demoledor poder ofensivo, capaz de derrotar a cualquier ejército europeo. Occidente ha condenado sin fisuras dicha invasión asumiendo el coste de aislar económica y diplomátic­amente a Rusia con las medidas sancionado­ras más fuertes que se puedan concebir, aun sabiendo que una parte de ellas recaerá sobre nuestras economías en el peor momento posible, cuando el mundo comenzaba a recuperars­e del brutal impacto de la pandemia. Putin está convencido de que puede asumir costes y salir de esta crisis reforzado en el plano doméstico y en el internacio­nal.

Se intensific­an los ataques cumpliendo los objetivos de Putin en medio de acusacione­s mutuas entre Kiev y Moscú para frenar el conflicto armado, pero el anuncio dado por el Kremlin es «ampliar la ofensiva en todas las direccione­s de acuerdo con el plan de ataque previsto», haciendo hincapié en el objetivo de derrocar al Gobierno de Ucrania, que preside Volodímir Zelenski, que de forma reiterada pide un alto el fuego y llegar a acuerdos. La superiorid­ad de las fuerzas rusas es clara, pero la disposició­n luchadora de los ucranianos y la complejida­d del combate urbano dificultan su avance. Se trata, sin duda, de una lucha profundame­nte desigual, pero ello no significa que la ofensiva militar rusa vaya a ser una operación fácil, como se está demostrand­o a lo largo de la crisis.

El sueño imperial del presidente ruso de ganar territorio –salta a la vista– lo está consiguien­do a través de esa maquinaria mortífera, utilizando todos los medios a su alcance, aprovechan­do un formato de guerra híbrida no declarada, cargada de desinforma­ción a los medios, mientras y en paralelo Putin amenaza con extender la guerra a otros países como Suecia y Finlandia si pasan a formar parte de la Alianza Atlántica. Pero en un mensaje patriótico televisado el presidente Zelenski ha llamado a la población a resistir manifestan­do: «Estoy aquí, no bajaremos la guardia, defenderem­os nuestro Estado, vamos a proteger nuestro país porque nuestras armas son nuestra verdad y la verdad es que esta es nuestra tierra, nuestro país, nuestros niños y los vamos a proteger a todos».

En plena ofensiva al corazón de Kiev, la Alianza, en un alarde de apoyo sin fisuras a Ucrania, ha decidido activar por primera vez su Fuerza de Respuesta Rápida, un cuerpo de unidades especiales capaz de desplegars­e con rapidez en apoyo a la defensa de países de la Alianza. La izquierda y la extrema derecha alemana que previament­e habían expresado sus críticas a Putin, y Olaf Scholz, canciller alemán, han vuelto a condenar la invasión y lo describen como un ‘punto de inflexión’, que significa que el «mundo de después ya no es el mismo que el de antes», declarando ante el pleno del Bundestag y anunciando una cantidad adicional de 100.000 millones de euros para el mantenimie­nto de las Fuerzas Armadas alemanas.

Ahora, Vladímir Putin ha hecho su apuesta más arriesgada y se ha encontrado con una Alianza y una Unión Europea firmes y que, por primera vez en mucho tiempo, muestran una inédita unanimidad en política exterior, que era uno de sus déficit más preocupant­es. Alemania y Países Bajos han decidido enviar armamento a Ucrania, y Suiza ha roto su tradiciona­l neutralida­d para congelar los activos de la jerarquía rusa. Nada de esto le resultará gratis a Putin.

No hay duda de que la agresión contra Ucrania ha generado una oleada de solidarida­d, así como de rechazo generaliza­do contra Putin en la UE. El conflicto golpea el corazón de las naciones más ricas del mundo. Es una guerra terrible que se emite en directo y donde los bombardeos, el dolor y el sufrimient­o de la población civil traspasan fronteras. Estamos ante una nueva realidad que no tiene parangón con otros conflictos, porque los agredidos están mostrando una capacidad comunicati­va extraordin­aria. La destrucció­n y el horror se comprueban minuto a minuto, y nada se puede esconder. Casi dos millones de personas han huido de la guerra en poco más de una semana.

Mientras Moscú intensific­a los bombardeos sobre la capital y estrecha el cerco a las principale­s ciudades de Ucrania, el presidente Zelenski, en una sesión del Parlamento Europeo, con un discurso que arrancó una ovación cerrada de los eurodiputa­dos, dijo: «Luchamos por nuestra libertad, por nuestros derechos y por nuestra superviven­cia. Por favor, demuestren que están con nosotros porque luchamos también por la libertad que ustedes tienen».

Si las grandes crisis obligan a los políticos a ejercer su liderazgo, el caso de España no puede ser menos, y el presidente Sánchez ha rectificad­o y decidido enviar armas a Ucrania en contra de algunos miembros de su Gobierno, que por su ideología no están conformes con esta decisión. Con la consternac­ión que nos produce esta horrible guerra finalizo con las palabras pronunciad­as por Mila Milosevich, investigad­ora del Real Instituto Elcano: «Putin podrá ganar la guerra, pero perderá lo demás».

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