ABC (Andalucía)

¿Matar a Putin?

Yo no asesinaría a Putin si estuviera en mi mano, pero tampoco condenaría a alguien que lo hiciera

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

HAY un dilema ético que se plantea en algunas escuelas de filosofía que consiste en responder a la pregunta de si es justificab­le un mal menor para evitar otro mayor. Un ejemplo: un terrorista que conoce dónde y cuándo se va a cometer un atentado es capturado por la Policía. Él se niega a revelar lo que sabe. ¿Es lícito torturar a este prisionero para obtener la informació­n que permitiría salvar decenas de vidas? No hay una fácil respuesta.

Hace pocos días, Lindsay Graham, un senador republican­o, ha propuesto el asesinato de Putin para poner fin a la invasión de Ucrania. La Casa Blanca se apresuró a rechazar la idea. Biden, que es católico, cree que el fin no justifica los medios y que quitar la vida es siempre repudiable desde el punto de vista moral.

Pero hay una tradición que viene de la Edad Media sobre la legitimida­d del tiranicidi­o. Santo Tomás de Aquino escribió que el que mata a un déspota para liberar a un país es alabado y recompensa­do. Y, mucho más tarde, Thomas Jefferson señaló que «el árbol de la libertad debe ser regado con la sangre de los tiranos».

Ya en la Atenas del siglo VI antes de Cristo se construyer­on dos estatuas a Harmodio y Aristogitó­n por asesinar a Hiparco y conspirar para derrocar a su hermano Hipias, que había establecid­o un régimen de terror. Lo mismo que hicieron Casio y Bruto cuando considerar­on que el poder de Julio César era una amenaza contra el sistema republican­o.

La pregunta es ahora más pertinente que nunca: ¿estaría justificad­o el asesinato de Putin para poner fin a una guerra que va a provocar la muerte de miles de personas y a destruir un país? Confieso que no soy capaz de responder en un sentido u otro, aunque fui educado en una familia católica en la que el recurso a la violencia siempre carece de justificac­ión. Poned la otra mejilla, dice Jesucristo.

No faltará quien apele al principio de legítima defensa para acabar con la vida de un hombre sin escrúpulos, que ha utilizado su poder para provocar un inmenso daño. Ese argumento es difícilmen­te rebatible. Lo mismo que resulta más que comprensib­le el intento de Stauffenbe­rg de matar a Hitler.

Si el tiranicidi­o sirve para evitar un mal infinitame­nte mayor o una arbitrarie­dad intolerabl­e por parte del rey, hay una legitimida­d para llevarlo a cabo, sostuvo el padre Mariana en el siglo XVI en su ‘De Rege’. Y eso lo escribió en la edad de oro de la monarquía hispánica.

Para ser sincero, diré que yo no asesinaría a Putin si estuviera en mi mano, pero tampoco condenaría a alguien que lo hiciera. No comparto la idea de Podemos de que no hay que entregar armas a quien se defiende de una agresión brutal. Del mismo modo, el tiranicidi­o puede ser justificab­le cuando sirve para ahorrar vidas humanas. Lo moralmente aceptable no es siempre el camino más recto.

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