Mi madre era de Mariúpol
«Si tú hubieras visto lo que he visto yo…»
Huir del terror de Stalin para caer en las garras de Hitler es el colmo, pero eso no fue todo. La madre de la escritora alemana Natascha Wodin (Alemania, 1945) era de Mariúpol, ciudad portuaria ucraniana que hoy es noticia por los abusos que Rusia está cometiendo sobre la sociedad civil. La escritora nació en un campo nazi de trabajos forzados porque su madre se vio obligada a huir del ‘Holodomor’, la colectivización forzosa de la tierra con la que Stalin condenó a la hambruna al país que hoy Vladímir Putin quiere someter. Sus antepasados, que vivían bien en la Rusia prerrevolucionaria, sufrieron también la persecución bolchevique, la de Lenin, de modo que la historia familiar de Wodin es un testimonio de sufrimiento por los senderos más oscuros de la Unión Soviética.
Perdida en el siglo XX, Wodin publicó en 2019 un libro desgarrador sobre la búsqueda de sus raíces. Empezó desde la nada, porque lo único que le dejó su madre fue una frase que nunca desarrolló: «Si tú hubieras visto lo que he visto yo…». Y a la nada tuvo que añadir el vacío, porque su madre se tiró a un río bávaro en 1956, cuando ella tenía diez años.
«Mi madre era de Mariúpol» es un extenuante trabajo de investigación familiar. Está plagado de reveses biográficos que acabarían con el ánimo de cualquiera, pero Wodin no sólo no se arredra sino que consigue construir un relato de alta literatura: el trabajo esclavo durante el Tercer Reich –un capítulo no tan conocido de los crímenes nazis–, los millones de muertos del ‘Holodomor’, las purgas, las deportaciones y la guerra.
El testimonio que recoge Wodin enlaza con ‘Archipiélago Gulag’ (1973), la obra coral en la que Solzhenitsyn rescata su experiencia y la de doscientos esclavos en campos de concentración, trabajo y ‘reeducación’ (gulag). O más recientemente con ‘El fin del homo soviéticus’ (2019), un conjunto de microhistorias con las que Svetlana Aleksiévich mantiene viva la memoria trágica de la URSS.
Para Wodin todo comenzó con su madre huyendo de Mariúpol. Lo que ella vio y nunca desveló a su hija no debe de ser muy distinto de lo que hoy ven cientos de miles de refugiados perdidos en Europa en pleno siglo XXI.