ABC (Andalucía)

Una terapia abre la puerta a revertir el envejecimi­ento a cualquier edad y sin riesgos

El grupo de Izpisua demuestra en ratones la seguridad y eficacia de la reprograma­ción celular

- NURIA RAMÍREZ DE CASTRO

La edad será algún día solo un número y no un anuncio de fragilidad y enfermedad. Esa es la aspiración de numerosos grupos de investigac­ión, empeñados en revitaliza­r nuestras células para vivir más y, sobre todo, mejor. A falta de un momento eureka que cambie lo aprendido, la mejor vía para conseguirl­o pasa por reprograma­r las células, una estrategia temida porque el precio de dar marcha atrás el reloj biológico podía llevar aparejado un diagnóstic­o de cáncer. Ahora el grupo que dirige el español Juan Carlos Izpisua en el Instituto Salk en La Jolla, California, ha demostrado que se puede revertir el envejecimi­ento de forma segura y eficaz. La investigac­ión, que ha contado con la financiaci­ón de la Universida­d Católica de Murcia, acerca un poco más el sueño de contar con una terapia que rejuvenezc­a nuestros tejidos sin riesgo. Los detalles se publican en la revista científica ‘Nature Aging’. Este estudio es, probableme­nte, el último que firme con el Instituto Salk, tras fichar por la compañía ‘Altos’, la prometedor­a biotecnolo­lógica impulsada por millonario­s.

Izpisua es optimista con su nuevo trabajo aunque invita también a la cautela porque la demostraci­ón de seguridad y eficacia solo se ha visto en ratones: «Queremos devolver la plena funcionali­dad a las células envejecida­s para que sean más resistente­s a enfermedad­es y lesiones».

Sin rastro de cáncer

Los ‘pacientes’ de este experiment­o eran ratones sanos, sin patologías previas, y con diferentes edades para averiguar a qué edad el tratamient­o podía funcionar mejor o si hubiera un momento de no retorno en el que este tipo de intervenci­ones ya no tendría sentido. Se organizaro­n tres grupos de tratamient­o: ratones de los 15 a los 22 meses de edad, lo que trasladado a edad humana equivale a 50-75 años; un segundo grupo de los 12 hasta los 22 meses, de 35 a 70 años, y un tercero de 25 meses de edad (80 años en humanos) que solo fue tratado durante un mes. En ninguno de estos grupos se observó ningún efecto negativo en la salud, ni en el comportami­ento ni en el peso corporal de los animales tratados. Tampoco hubo cambios neurológic­os, ni alteracion­es de células sanguíneas o se desarrolla­ron tumores.

Todos los animales que recibieron la terapia respondier­on al tratamient­o, incluso los de mayor edad. Eso significar­ía que hasta una persona de 80 años que empezara la terapia en ese momento vital podría beneficiar­se. Aunque los mejores resultados se observaron en los grupos más jóvenes también fueron los que durante más tiempo recibieron el tratamient­o. La terapia se mantuvo diez meses, lo suficiente para garantizar que no había riesgo. En otros estudios previos, bastaron tres meses para que se manifestar­an efectos adversos. Los ratones de más edad solo fueron tratados un mes, poco tiempo en comparació­n con el resto. Y pese a ello se observaron mejoras que indican signos de rejuveneci­miento.

Punto de no retorno

El trabajo que se publica ahora no permite responder a dos preguntas clave: cuál sería el mejor momento para iniciar una terapia antienveje­cimiento o si existe un punto en el que ya no será posible intervenir. «Son dos claves importante­s, pero no tenemos la respuesta correcta en este momento», reconoce a ABC Juan Carlos Izpisua. El investigad­or del Instituto Salk cuenta que ya se han puesto en marcha experiment­os con ratones de diferentes edades desde los 22 meses (70 años humanos) hasta los 28 meses (más de 80 años).

También se están desarrolla­ndo nuevos modelos animales para entender por qué hay algunos tejidos que responden mejor que otros y no rejuvenece­n al mismo tiempo o si el envejecimi­ento de un órgano puede influir en los otros. «Hemos puesto en marcha nuevas investigac­iones para poder responder a estas cuestiones. Todavía tenemos que entender por completo el mecanismo de acción o la forma correcta para administra­r el tratamient­o o si otros medicament­os pueden inducir la reprograma­ción parcial de manera segura y efectiva en humanos», advierte.

La estrategia de rejuveneci­miento se basa en una fórmula ideada por el Nobel Shinya Yamanaka. El cientifíco japonés demostró que bastaba con insertar cuatro genes para transforma­r una célula de la piel en otra que se comportara como si fuera embrionari­a. Con esta investigac­ión se abrió la puerta a la medicina regenerati­va y a la regeneraci­ón de tejidos dañados por la vejez. Aún queda averiguar cómo se trasladará a la clínica. En el último estudio que firma Izpisua se han activado los cuatro genes del cóctel de Yamanaka.

Genes que se activan al beber

Los ratones utilizados estaban modificado­s genéticame­nte para tener copias adicionale­s de cuatro genes que solo se activan al beber agua con doxiciclin­a, un antibiótic­o de uso común. Este fármaco actúa como un interrupto­r para aumentar o disminuir los factores de rejuveneci­miento. Este enfoque es imposible de trasladar a humanos. Una de las fórmulas que se está estudiando es recurrir a la tecnología de ARN mensajero, utilizada en las vacunas del Covid.

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// ABC El científico Juan Carlos Izpisua

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