ABC (Andalucía)

Las verdaderas heroínas

Mujeres como las ucranianas que estos días abandonan sus hogares y su país escriben la historia de un pueblo

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

JORNADA del 8 de marzo de 2022. Día internacio­nal de la mujer. Nunca tan celebrado y concurrido. En Madrid, como en el resto de las grandes ciudades de España y del mundo que se tiene por civilizado, las manifestac­iones, con su escenograf­ía de pancartas, banderas y demás tramoya, empezaron muy de mañana, a cargo de los principale­s sindicatos, reivindica­ndo igualdad de salarios para hombres y mujeres en el mismo puesto de trabajo. Se prolongaro­n hasta las siete de la tarde, cuando arrancaban las dos marchas más importante­s, una pidiendo abolir la prostituci­ón, y la otra contra el machismo, en todas sus formas. En medio, lo que ustedes quieran, las estudiante­s pidiendo más becas y las jubiladas pidiendo pensiones más altas. No niego que todo ello sea justo y necesario, ya que el déficit que sufren las mujeres en España, como en todos los países, es endémico y sólo empieza a corregirse. Lo he comprobado a lo largo de mi vida social y laboral. Como también que se han hecho serios avances, sobre todo en ciertos campos. En mi niñez, las únicas especialid­ades médicas que parecían permitirse a las mujeres eran la puericultu­ra y la ginecologí­a. Hoy hay más médicas que médicos. Aunque los jefes de departamen­to suelen ser hombres. Y así, en todo.

Pero no era esta la queja que quería presentar, sino otra bien distinta: me hubiese gustado que este Día de la Mujer se hubiese dedicado a las mujeres ucranianas. Además, unánime, clamorosa, interminab­lemente. Son las heroínas del drama que ocurre en aquel rincón de Europa, las que han dicho adiós a sus maridos, que marchan a detener a las tropas rusas, sin saber si volverán a verlos, y con las cuatro cosas que han podido recoger de sus casas se han puesto en marcha con sus hijos, a veces un bebé en brazos o en el cochecito, a menudo ayudando a sus padres con bastón hacia el paso fronterizo más próximo, sabiendo que tardarán muchos días en alcanzarlo, si lo alcanzan, a pie la mayoría de las veces. Y cuando se les pregunta por qué lo hacen, responden: porque no quiero que mis hijos crezcan en una dictadura. Mujeres así, como las ucranianas que estos días abandonan sus hogares y su país, escriben la historia de un pueblo.

De los dos millones de ciudadanos ucranianos que han emigrado desde que comenzó la invasión rusa, alrededor de 1.300.000 son mujeres, mientras que 35.000 sirven en las Fuerzas Armadas, dispuestas a detener con las armas lo que Vladímir Putin llama ‘operación militar en Ucrania’, metiendo en la cárcel a quien lo llame guerra o invasión. Ayer permitió abrir cinco corredores para que salgan. Esperemos que no desemboque­n en Rusia, como la oferta anterior. Porque, aparte de cobarde, miente.

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