ABC (Andalucía)

Ni rastro del humorista

Zelenski despliega un coraje y dignidad inéditos en un siglo en el que muchos prefieren a los caudillos, los autócratas y los payasos

- KARINA SAINZ BORGO

CADA vez que Volodímir Zelenski comparece ante la prensa, surge la sensación de escuchar a un hombre muerto. Alguien que en apenas unas horas podría aparecer, agujereado y abatido, en una nueva instantáne­a de la feroz invasión de Putin a Ucrania. Despojado de los trajes y vestido con una camiseta verde ceñida, incluso ojeroso y exhausto ante la cámara, resulta imposible no esbozar una sonrisa al verlo. Y no porque el presidente de Ucrania haga reír –ya nadie puede ver en él al humorista–, es su convicción lo que reconforta y consuela.

Para quienes se han sentido solos en multitud, para los ciudadanos que han visto hundirse sus esperanzas en liderazgos de utilería, Zelenski despliega un coraje y dignidad inéditos en un siglo en el que muchos prefieren a los caudillos, los autócratas y los payasos. El 24 de febrero, ante la inminencia del despliegue ruso para arrasar y arrodillar Kiev, Zelenski dijo: «Putin comenzó una guerra contra Ucrania y contra todo el mundo democrátic­o (...) Pero si intentan quitarnos nuestro país, nuestra libertad y nuestra vida, nos defenderem­os». Y así fue.

Si en poco menos de un mes, entre su designació­n como primer ministro y la evacuación del Ejército británico acorralado en Dunkerque, Winston Churchill ganó una guerra moral fue porque supo desplegar sus palabras en el campo de batalla. Su mejor artillería la usó en sus discursos, algunos de ellos recogidos en ‘El instante más oscuro’ (Crítica), el libro de Anthony McCarten, que inspiró la película dirigida por Joe Wrigh.

Sin incurrir en la extravagan­cia y el error de comparar a Zelenski con un personaje hiperbólic­o como Churchill, algo hay en las palabras y gestos del presidente ucraniano que lo aploman. Alguien sin ninguna experienci­a política, y que acaso se entrenó interpreta­ndo a un presidente de ficción en una serie de televisión, y que parece entender mejor que nadie el lenguaje de las emociones. Lo hace con una sencillez que desarma, una isla del espíritu en medio de la guerra.

Zelenski llegó a la presidenci­a con un partido con el mismo nombre del ‘show’ ‘Servidor del pueblo’, una sátira en la que interpreta­ba a un profesor, un hombre corriente, que llega a presidir su país y en cuyos episodios forjó, ya no un mundo paródico, sino una primera relación afectiva con los ciudadanos a los que hoy pide valor.

«Daremos armas a cualquiera que quiera defender el país. Prepárate para apoyar a Ucrania en las plazas de nuestras ciudades», escribió Zelenski en las redes sociales al comienzo de la invasión, mientras el Ministerio de Defensa hacía públicos manuales sobre cómo preparar cócteles molotov para defenderse. Morirían, pero no como ratas. Dos semanas, más de dos millones de desplazado­s y al menos dos mil civiles asesinados después, cuando habla no queda rastro del humorista en el rostro de Zelenski.

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