ABC (Andalucía)

Las reponedora­s

Y Sánchez, feliz, observando cómo se degüellan todos en Podemos

- MANUEL MARÍN

La pregunta es por qué si los ministros de Podemos no comparten nada, pero nada, de lo que hace su propio Gobierno de coalición, nadie se marcha. Por qué nadie dimite. Hay algo de amor en ello. Amor irredento al poder, a la vanidad de la cartera negra con letras doradas de ministro de no sé qué, y a la vida fácil de despacho inútil con sueldo útil y millones de libre disposició­n presupuest­aria. Y hay algo de celos. ¿Dónde van a ir Belarra o Montero salvo a reponer a un supermerca­do –algo muy digno, ojo– si tanta pelusa le tienen a Yolanda Díaz y a su humilde proyecto de consulta global por las necesidade­s de los españoles? ¿Tampoco sabe Yo-Landa cuáles son, aunque paguemos la luz un 900 por ciento más cara que el año pasado?

Solo Pablo Iglesias se fue. Pero por otra cosa. Aspiraba a ayusito y quedó en cliente de peluquería posando con un libro en la mano. Belarra y Montero no quieren armar a Ucrania contra un dictador por esas cosas de la neurología ideológica y su complejo de nevera llena. Los dramas humanitari­os se ven mejor por la tele. La única vez que realmente hay ‘pobreza energética’ –¡ay los mantras delatados por la hemeroteca!– es cuando gobiernan ellos. Ya, ya sé que la culpa es de Zelenski, escondido por ahí con su camiseta de costalero antiguo. Y es culpa de la derecha reaccionar­ia, de que José Antonio siga enterrado en el Valle de los Caídos, y de la pederastia en la Iglesia. Pero la luz llega a picos de 700 euros con ellas tres en el Gobierno. Con nadie más. Venían con la bobada de la regeneraci­ón y el estigma de la indignació­n, la lucha de clases, asaltando el Congreso, escupiendo cal viva a los demás, y con esa rebelión ‘black label’ de la izquierda de raza. Pero no se van. Cuando otros gobernaban, los cupables eran los austericid­as y recortador­es. Venían a acabar con la injusticia social y han quedado en prohibicio­nistas de ‘tiktokeros’, en inquisidor­es del entrecot, y en saltitos y grititos, feministas por supuesto, allí en mítines lejanos sin luz y con cuatro mirando... Tres de ellos periodista­s. Son la nada. Lamento no ser original y robar ideas ajenas. Pero me viene de lujo. Podemos ya es la izquierdit­a cobarde, blandita, mentirosil­la y hasta babosa de tanto abracito en morado solidario y besito de casta. Y Sánchez, feliz, observando cómo se degüellan entre ellos hasta que no quede uno solo en pie, mientras dicen orgullosos que han subido el salario mínimo 15 ó 20 euros sin mirar siquiera de reojo al cartel de una sola gasolinera para enterarse alguna vez de algo. Lo dicho. Están a medias, entre estadistas y reponedora­s.

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