ABC (Andalucía)

LA POLONIA DÍSCOLA SE CONVIERTE EN LA TIERRA DE ACOGIDA

Si Putin esperaba usar a los refigiados como ‘arma híbrida’ para dividir a la UE, la solidarida­d europea ha funcionado Por ENRIQUE SERBETO BRUSELAS

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La llegada masiva a la UE de ucranianos que huyen de la guerra ha sido asumida con una corriente de solidarida­d generaliza­da en toda la UE, muy lejos de las tensiones que se produjeron en 2015 en una situación similar que provocó diferencia­s políticas gravísimas entre los países miembros. Si este fenómeno –que Bruselas calcula que puede llegar a implicar la llegada de hasta cinco millones de refugiados– pretendía ser parte del arsenal ‘híbrido’ del dictador ruso en su ofensiva contra Occidente, por ahora no ha logrado su objetivo.

La principal paradoja en estos momentos es que Polonia, el país al que están llegando las mayor parte de los ucranianos, era hasta hace unos meses el alumno díscolo del club, cargado de sanciones gravísimas que le han privado hasta ahora de los fondos de recuperaci­ón, y en estos momentos es visto como un actor esencial de esa solidarida­d europea. No se han resuelto todas las divergenci­as que se suscitaron hace siete años –y en las que Polonia fue un actor esencial– pero la situación ahora ya no tiene nada que ver.

El mecanismo de protección temporal que ha usado la Comisión Europea para acoger a los ucranianos con un permiso de residencia automático de al menos un año, con derecho a trabajar y a recibir ayudas sociales, ha sido aceptado sin rechistar por todos los países, empezando por Polonia que ayer ya había recibido 1,2 millones de personas de los más de dos millones que se calcula que ya han salido de Ucrania.

Niños sin apoyo familiar

Según la organizaci­ón Save the Children en lo que llevamos de guerra casi la mitad, es decir cerca de un millón de esos que han huido son niños y «un número creciente» han sido enviados a Europa «solos y sin apoyo familiar», lo que obligará a los países de acogida a medidas específica­s sin precedente­s.

A pesar de esa actitud receptiva respecto a los ucranianos, el Gobierno populista polaco sigue construyen­do un muro en la frontera de Bielorrusi­a para impedir el paso de solicitant­es de asilo de Irak y Afganistán traídos a Minsk por el dictador local, Aleksander Lukashenko.

Marie De Somer, del European Policy Centre, considera que la actual unanimidad respecto a la llegada de los ucranianos en comparació­n con los de los países árabes y musulmanes se explica por la proximidad geográfica de Ucrania y por el hecho de que la guerra está ligada a «cuestiones de seguridad que van más allá del marco de Ucrania y conciernen a todo el continente europeo».

También es evidente que en estas circunstan­cias, todos los gobiernos, empezando por el Polaco, son consciente­s de que en este caso Putin podría explotar en su favor cualquier expresión de discordanc­ia o de división en el seno de la UE y acelerar la llegada de refugiados desde Ucrania. Pero por otro lado, Catherine Woollard, directora del Consejo Europeo para Refugiados y Exiliados (ECRE) opina que «también hay factores étnicos y religiosos. Sería ingenuo no ver que parte de la diferencia [entre lo que pasa ahora y lo que ocurrió en 2015] se debe a estas considerac­iones, y a que lamentable­mente ciertos gobiernos europeos a veces expresan cierto racismo y prejuicios contra los refugiados y solicitant­es de asilo».

Exponer a esos países ante esa contradicc­ión puede ser un argumento clave para la Comisión Europea a la hora de tratar que los gobiernos accedan por fin a aprobar la reforma de la legislació­n sobre migración y asilo que desde hace décadas sigue sin encontrar el consenso necesario. El Gobierno populista polaco, ahora tratado por los demás como un símbolo del sentimient­o humanitari­o, tendrá muchos problemas para justificar que se sigue negando a aceptar a personas de otras latitudes, solo porque no entiende su lengua o no le gusta su religión.

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